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No olvides que la puerta que abriste permanece abierta, eres tú responsable de ella, de su tosca madera tallada, de sus tonos marrones y oscuros que la hacen lucir terriblemente adusta, tremendamente bella, como la mesa aquella que tienes en tu comedor y que, ambos, amábamos.
No te olvides que es por ti que permanece aún abierta. Al igual que el Principito, eres responsable de tu puerta, de mantenerla abierta o cerrada.
Indica tú cuando debo abrir de par en par esa puerta o cerrarla definitivamente en mi corazón.
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