sábado, 25 de mayo de 2019

Para cuando despiertes (7)

Ha vuelto a hacerlo.
Descubro una vez más esa media sonrisa en su rostro
("igual que tu papá, dirías")
y pienso en que está dormido
y que tal vez ahora mismo
te esté soñando
Quizá descansa sobre tu regazo
o yacen ahora mismo los dos sobre el suelo
fundidos en único abrazo
inacabable
eterno
de esos que parece durarán toda una vida
pero que se rompen al caer la noche
con los primeros cantos de los pájaros
en el día
en el momento que despiertas
y te das cuenta que ella no está
que ha sido un sueño hermoso
que eres incapaz de verbalizar
pero de pronto te hace llorar desconsolado.
...
- Despierta. Está llorando el bebé en su cuarto
.
- Lo traeré.
- Hola mi amor, seguro tienes hambre, acá está mamá.
...
Y el mundo sigue girando.

domingo, 12 de mayo de 2019

Para cuando despiertes (6)

Odio las redes sociales en estos días
explotando de saludos y fotografías de rostros sonriendo
captando un instante de sus vidas
que me recuerdan que alguna vez
también tuve una similar.
Entonces los días parecían largos
inacabables, sempiternos
como si el final anunciado nunca fuera a llegar
Odio los días como estos
en el que las redes sociales se llenan de mensajes recordando a mamá
(tu mamá no tiene siquiera Facebook)
mientras transcurre mi tarde
tomándome un café que el mozo del local me ha vuelto a llenar molesto
(quizá él también desea escribir un saludo en las redes sociales a su mamá).
No tengo el valor de abrir mis redes y enviarte un saludo
prefiero hacerlo oculto en el anonimato de esta cuenta
Después de todo, si crees que existe una vida después de la muerte
¿Por qué no creer que alguien, en algún lugar, va leyendo mis líneas mientras las termino de digitar?

sábado, 9 de marzo de 2019

Se prohíben las caricias y los besos



Aquél bien podía haber sido el lema que acompañó mi niñez. Entre nosotros no estaban permitidas las caricias ni los besos. Apenas el brusco apretón de manos con el que nos saludábamos al encontrarnos o nos despedíamos una vez finalizadas las reuniones familiares. Hasta el día en que se marchó mamá.
Ni bien nuestras miradas se encontraron, me di cuenta de que tu antigua rudeza había desaparecido.
Llegué hasta a ti a tiempo para sostenerte entre mis brazos, para ocultar la explosión de tu llanto que se confundió con el mío. 
Entonces comprendí que también tú habías muerto.

Para cuando despiertes (5)

A mi mamá, en el cielo.
¿No ves? ¿De verdad que si no ves?
En las noches, cuando duermo y te sueño, y me siento cerca a ti, tan cerca que imagino que estoy a punto de desvanecerme de alegría de tenerte cerca.
En el día, cuando sueño despierto, y camino por aquellas calles y avenidas por donde alguna pasamos, mis pasos locos, los tuyos cortos y cada vez más cansados.
¿No ves? ¿De verdad que si no ves?
En las tardes de verano, cuando el sol se ha ocultado y el viento empieza a soplar, en los ojos de ese pájaro que asomó hasta nuestro balcón y que luego no quería marchar, en cada espacio de la inmensa soledad donde dejaste tu huella, en los resquicios cada vez más abiertos de mi recuerdo.
En las mañanas, cuando despierto, cuando el efecto de las pastillas ha terminado y debo enfrentarme a la soledad de un nuevo día, sin tu latido, sin aquella voz que me canturreaba al oído que jamás se iría. Pero te fuiste.
¿No ves? ¿De verdad que si no ves?
En aquellas cartas tuyas, que releo una y otra vez intentando encontrar en cada letra un sentido diferente, en las viejas fotografías donde apareces sonriendo o muy seria, con aquellos inmensos ojos castaños que parecían dispuestos a tragarse el mundo de un solo bocado (solo te tragaste mi corazón).
¿No ves? ¿De verdad que si no ves?
En mi recuerdo, que con el tiempo se va convirtiendo en resignación. Y se convierte en una piedra dura que me solidifica en el corazón. En las lágrimas que se han secado y en aquellas otras que ya no tienen fuerzas para brotar. En tu recuerdo, que ya no estoy seguro si el el tuyo o una versión que me invento día a día para no olvidar.
"Olvida todo mi pequeño monstruo, ha sido todo un mal sueño".
Y el mundo vuelve a tornarse de un color especial.

lunes, 25 de febrero de 2019

Historia de una vagina

Y amaneció. El sol lamía el contorno de sus pies. Entonces se percató que era muy tarde.
Habías dormido no sé cuántas horas ¿tal vez nueve o diez?
Se estiró lenta, parsimoniosamente, como un gatito angora dispuesto a darse un baño de lengua.
Entonces se percató que estaba sola.
"¿Por qué no quiere dormir conmigo?", se preguntó. Los hombres que había conocido hacían prácticamente fila, por tener ese privilegio. Recordaba haber concedido ese placer a algunos cuántos, que luego desaparecieron.
"¿Por qué Joaquín era diferente?"
Rememoró por unos instantes la manera absurda como se conocieron. Ingresó por equivocación a una clase de economía. De esa mañana recordaba algunas frases sueltas y sus ojos, sobre todo sus ojos que parecían comerse el vacío con una mezcla de desazón y tristeza.
Se estiró a lo largo de su sábana. Su cama se le antojó inmensa y se sintió de pronto una enana, a pesar de tener las piernas muy largas, larguísimas.
"Largirucha", le decían en la escuela. Con el tiempo esas piernas flacas se volvieron torneadas y doradas y sus compañeros dejaron de burlarse de ella y comenzaron a invitarla a salir.
Fue mas o menos en esa época donde se le reveló el poder de su sexualidad turgente: un profesor en la escuela decidió aprobarla luego que le permitiera observar sus pechos por encima de su blusa durante unos segundos.
El mundo de los varones se le reveló a partir de ese momento predecible, eran como niños sencillos de manipular, a veces ni siquiera había necesidad de hacer algo, sino simplemente fingir como si "estuviera a punto de pasar algo" para obtener lo que deseaba.
Hasta el momento en que conoció a Joaquín.
Acababan de terminar una discusión. Ella a modo de reconciliación le propuso sexo intentando sentarse sobre sus piernas al tiempo que levantaba su vestido y colocaba su ropa interior a un lado.
Joaquín la deslizó entre sus piernas y la colocó suavemente sobre el asiento. Ella no podía creerlo.
"No", le dijo en voz muy baja, casi en un susurro. "Los hombres de verdad no se enamoran de una carita o de una vaginita bonita", le había dicho aquella tarde. "Debes encontrar aquello que te diferencie de las demás, que te haga feliz, única, irrepetible".
Entonces no lo entendiste. El fin de semana siguiente como para castigar la indiferencia de Joaquín te acostaste con un muchacho que conociste en una verbena de la universidad.
El sol volvió a lamer el contorno de tus pies. Debías levantarte. Pensaste que estaría haciendo Joaquín en ese preciso instante. Lo imaginaste durmiendo con uno de esos pijamas horrorosos -tan poco sexies- que solía usar y que te sacaban siempre una sonrisa piadosa. Sentiste nostalgia. Y sin darte cuenta lo comenzaste a extrañar.
"Lo odio", dijiste para tus adentros e imaginaste todas las posibilidades de castigarlo con otros cuerpos. Te levantaste y metiste a la regadera. El agua de la ducha caía en gruesas gotas tristes, que mojaban tu espalda, tus pechos, tu vagina, tus muslos, tus pies. Te calzaste y pusiste un vestido de marca (de ésos que te hacían sentir importante, sofisticada, deseada). Asomaste tu cabellera castaña por el resquicio del alfeizar. Luego giraste la manija de la puerta y te deslizaste con mucha agilidad hasta la calle. Pensaste en que quizá al día siguiente podrías detenerte a pensar en las palabras de Joaquín. "Hay tiempo, siempre hay tiempo", dijiste para tus adentros, como si recitaras en silencio el rosario. Después de todo, el día estaba tan soleado y se veían tan lindas las sandalias de marca que te acababas de comprar...

domingo, 17 de febrero de 2019

Para cuando despiertes (4)

Han pasado ya algunos días desde que no estás
mas bien noches
(porque... ¿quién cuenta los días cuando cada día pareciera ser una noche en su alma?)
y tú continúas durmiendo...
La gente dice que me acostumbre
que con el tiempo llegará la resignación, después el olvido.
Pero los días pasan y se me hace cada vez más vívido tu recuerdo:
en cada detalle
en cada resquicio de mi alma (o de la tuya que es una extensión de la propia)
como si de pronto aflorara por pedazos
un cabello tuyo
una mirada
alguna exclamación
tu sonrisa.
Y de pronto descubro que no te has ido
que continuas durmiendo
uno de esos sueños de los cuáles es difícil despertar
quizá el mismo sueño en el que suelo encontrarte
donde nunca puedo encontrar las palabras que deseo decirte
ese que está más allá de la imaginación
-como las lágrimas, como el placer, como un abrazo-
La gente me dice que el tiempo pasa
que con el tiempo llega la resignación
y con la resignación finalmente el olvido
Yo solo les pido
que no la despierten
porque ella está dormida
que no me despierten
que deseo seguir soñando ese sueño
donde el tiempo se ha detenido
y el mundo ha parado de girar.

Cuento de la Princesa y el Dragón

Ella era extraña,
Conversaba con el viento,
Le tenía miedo al tiempo,
Se peinaba en madrugada
Para recibir al sol
Daniel F

UNO
Había una vez una princesa
que vivía en su castillo
lo que pedía o quería
era cumplido de inmediato por sus súbditos
sin chistar
sin emitir un bufido, una queja
Pasó el tiempo y la princesa fue creciendo
el mundo se le hacía tan pequeño
tan al alcance de su mano
que se pronto comenzó a sentirse hostigada.
Entonces empezó a pensar en el dragón.
Se imaginaba cómo sería su vida si de pronto apareciera uno
Leía los cuentos de caballeros donde señoritos de brillante armadura
corrían al rescate de las princesas.
Las historias que leía estaban llenas de batallas épicas donde el caballero de brillante armadura terminaba derrotando al dragón.
Pero la princesa no pensaba en el caballero sino mas bien no dejaba de imaginar cómo sería ser rescatada por el dragón.

DOS
Había una vez un dragón
su armadura era lustrosa
sus fauces descomunales
sus ojos parecían dos luceros con el resplandor del mismo infierno
los habitantes de la comarca huían despavoridos cuando profería sus gritos
se creía que era un animal portentoso, temible.
Pero el dragón se sentía muy solo
en ocasiones le gustaba pensar que en algún lugar de mundo existía una princesa
que esperaba ser rescatada por un caballero de brillante armadura
Se recreaba pensando cómo sería el momento del encuentro
en la escena del caballero pretendiendo matar al dragón
y del dragón derrotando al caballero (imaginar esa escena le llenaba de júbilo)
Pensaba en el momento en que bajaría su largo cuello para invitar a la princesa a que lo rescate esdel castillo
Le seducía imaginar la sensación de la suavidad de los brazos de la princesa enrollados su cuello,
sus cabellos mojados, su respiración agitaba
el vestido de la princesa aleteando en el viento como una mariposa
y su risa en sus oídos, como si fuera el bramido de un barco, en el momento de la partida.

TRES
Había una vez una princesa y un dragón.

martes, 29 de enero de 2019

¿Tienes tú un asunto no resuelto?

"¿Tienes un asunto no resuelto?", me preguntaste mirándome a boca de jarro.
"¿A qué te refieres?", dije.
"No sé, alguien, en tu pasado, presente, algún asunto inconcluso, una historia sin cerrar, una sombra".
Levanté los hombros, esbocé una media sonrisa y puse mi mejor cara de tonto.
Las sombras son solo eso: sombras. Reflejo imperfecto de una realidad que tiene una vida propia.
Las sombras se alimentan de los temores, de los asuntos no resueltos, de tus traumas de tu pasado y del mío: sobreviven ocultas entre las volutas del humo de los cigarrillos que fumas y las oquedades secretas de mi corazón.
"¿Y?", exclamaste.
"Y qué", dije
¿Tienes o no un asunto no resuelto?".
Tengo miles de asuntos no resueltos. Tendría que tener un dispositivo borrador de recuerdos para no tenerlos, ser poseedor de una máquina que me permita viajar en el tiempo y eliminar aquellos espacios de mi vida que te parecen incómodos, hacerme una lobotomía que en el mejor escenario me deje con aquellos recuerdos que puedes tolerar, que le dan tranquilidad a tu sombra y difuminan la mía.
"¿Tienes tú una sombra?", pensé en silencio. No me animé a preguntar. En ocasiones es mejor no apretar el gatillo.
"A las palabras se las lleva el viento", dijeron las palabras.
"¿Y al viento? ¿Al viento quién se lo lleva?", preguntó el viento.

domingo, 27 de enero de 2019

Para cuando despiertes (3)

Podría escribir sobre este aspecto
como uno de esos temas recurrentes
como aquella melodía inconclusa
la poesía que jamás te animaste a escribir
las palabras que tuviste miedo de expresar.
y jamás dijiste, y ahora es tarde.

Mi madre duerme
(no importa si en forma real o ya más alejada de lo terrenal)
y yo sigo esperando que despierte
que esos artefactos luminosos que llamamos ojos
se enciendan una vez más
para extraviarme en sus pestañas inmensas
y encontrarme una vez más en el calor de su abrazo
de sus latidos
de su corazón.
Mi madre duerme, no la despierten.
Ella está agotada, me lo dijo la última vez que conversamos
"Estoy cansada de luchar".
Yo le pedí no cesar de hacerlo.
"Tienes que comer, tienes que vivir", reclamé.
Ella lloró bajito, casi en un susurro.
"¿Tienes miedo a la muerte?", pregunté.
"Sí", contestó de modo casi inaudible.
Luego nos perdimos en uno de esos silencios
tan nuestros, tan suyos, que podían durar minutos, horas
fundidos uno al lado del otro
donde nos entrelazábamos sin apenas tocarnos
"Está bien hijo", me dijo al rato, "comeré".
Y bajó a la cocina.
Algún rato después escuché el sonido de tazas y platos
Sus pasos eran lentos, cansados.
La noche era tibia. Las horas pasaron unas tras otras.
Subí a verla algún tiempo después.
La abracé por encima de su cobertor, hasta que se quedó dormida.
Al retirarme, subí a verla una vez más.
Tenía la luz apagada, dormía.
"Hasta mañana mami", le dije haciendo mucho ruido para despertarla.
"Hasta mañana hijito", contestó.
Fue la última vez que hablé con ella.
Mi madre está dormida, les digo.
No importa la forma que adopte su sueño.
Si es en el presente, en el pasado o en la volutas de su voz que se van extraviando entre los resquicios de su recuerdo.
No la despierten. No esta vez.
Ella duerme.