miércoles, 10 de diciembre de 2014

Aquella canción

Hace mucho que dejé de asomarme por tu ventana
e intentar imaginar a mi sombra intentando descifrar el silencio visceral de tu mirada
(y la mía).
Tu voz, susurrando en mi oído
palabras inteligibles de un lenguaje que jamás conseguí comprender.
Anoche me hablaron de aquella canción
la reconocería en cualquier momento y lugar, pero lo negué
Lo negué dos, tres, cuatro veces. Tal vez cinco, lo he olvidado ya.
Continué negándolo mientras regresaba a casa, mientras ascendía por la escalera a la salida de la bocacalle del metro.
No tenía caso.
Conocía de memoria cada recoveco de sus acordes, sus tonos agudos estrellándose en las ventanas, como queriendo escapar. Ser libre.
Me trajo a la memoria aquél animal que alguna vez fuimos, mi desconcierto, tus pinturas volando por el aire, tu aparente apatía, nuestros castos encuentros en los que apenas atiné a rozarte la mejilla con el dorso de la mano, el momento de la despedida, el discurso de tu adiós, el boceto que me obsequiaste, las palabras que no logré retener a la mitad de un abrazo incompleto: "zawsze", "zawsze", o algo parecido. 
Te dije adiós con la mano, mientras te decía que nos volveríamos a encontrar -como si pudieras entender lo que decía- y tu ascendías por la escalera del avión, con el cabello colorado ondeando por el viento, sin dejar de observar con tus inmensos ojos de gato, mi estúpida expresión de soledad, sonriendo,sonriendo.


domingo, 31 de agosto de 2014

Luego de un largo silencio

Hace mucho que no escribo en este blog
y han pasado tantas cosas
que no sabría por donde comenzar a contar.
Otras, sin embargo, simplemente, dejaron de pasar.
Es mejor proseguir con este ya prolongado silencio.
Hasta que sienta nuevamente la necesidad de
G
R
I
T
A
R

domingo, 27 de abril de 2014

La soledad de tu espejo o el estampido final de una escopeta

Ciudad de Piedra, 28 de abril de 2014.
Querida Cecilia,
El tiempo ha pasado (vaya que ha pasado), pero te recuerdo y de pronto todo vuelve a cero.
Yo también he cambiado, el tiempo ha sabido limar mis asperezas y dejado más expuestas mis agrietadas heridas.
En casa pueden transcurrir semanas enteras, incluso meses, sin que hablemos de ti. 
De pronto, como por encanto, alguien rompe ese silencio.
Tampoco solemos ir a visitarte tan a menudo al camposanto. Antes, íbamos casi todos los meses, ahora apenas lo recordamos antes de Navidad, el día de tu cumpleaños, el aniversario de tu partida, no más.
Puedo decir, sin embargo, con convicción, que todo ha vuelto a seguir su curso, y a la vez, permanece igual.
Es una cosa extraña que jamás me podré explicar, porque tu siempre tendrás veintiséis y porque yo, a pesar de que transcurran los años y llegue el momento en que casi te duplique la edad, seguiré pensando en ti como la hermana mayor que nunca estuvo, y que ahora, cosa paradójica, está más presente que nunca.
Es gracioso, de todos los momentos cumbres donde estuviste más bella, se me vienen a la mente precisamente los contrarios, tal vez porque reflejan mejor quien verdaderamente fuiste: tu pantalón de lana marrón, aquella chompa roja que te tejió mamá y que solías utilizar durante los días de invierno,  las dos robustas trenzas que adornaban tu rostro, la sonrisa que descubría cuando pensabas que nadie te miraba.
Y es que a veces las personas no están, cuando deben estar y permanecen de la manera más absurda, no obstante se han ido. No me preguntes de qué manera, las cosas son así, basta decirlo.
Hoy por ejemplo, veía esa obra de teatro de Arthur Miller, y de pronto en la escena final, retumbó en la sala el estampido final de una escopeta. Y se agolparon en mi cabeza escenas que creía olvidadas, como un flash back de una película de antaño. 
No, Cecilia. Nada se ha ido y eso es quizá lo más angustiante de todo. Que las cosas continúan ocultas, expectantes a cualquier detonador para resurgir, para volver a ser vividas. 
Para encontrarse una vez más en la soledad de tu espejo, con tu imagen, las cinco docenas de pastillas, tus instantes eternos de dubitación, la carta inacabada que comenzaste a escribir y jamás terminaste, el momento exacto donde pasé, sin saberlo, frente al cuarto del motel donde después te encontramos, donde nuestras vidas se miraron a los ojos casi por un segundo, a través de las paredes, para luego dar paso al black eterno de la oscuridad.
 No la tuya. La mía.
Tuyo,
YO

jueves, 24 de abril de 2014

Tal vez no seas el amante más fogoso que he tenido, pero eres el que más he deseado amar


No habían transcurrido ni cinco minutos luego de concluir la sesión amatoria y lo dijiste.
"Tal vez no seas el amante más fogoso que he tenido, pero eres el que más he deseado amar"
La frase me cayó como un elefante desde un segundo piso. Me dejó fulminado en el acto. Mi virilidad, hasta ese momento todavía turgente, se redujo de pronto a su mínima expresión. 
Tuve que repetir la frase varias veces en mi cabeza hasta llegar a comprenderla.
No, darling, contigo no caben las metáforas, ni las alegorías o suposiciones. Tu verbo no es florido, sino simple, directo, diáfano, casi viceral.
Observé en silencio, casi con respeto, tu cuerpo desnudo, enredado contra el mío, como en aquella pintura de Schiele que te gustaba. Tus claros, mis oscuros.
Mi virilidad languidecía, pero mi corazón me palpitaba en el pecho, vibrante, almost radiante.
Se me vino a la mente aquella historia sobre el tiempo y sus efectos sobre los cuerpos, sobre los placeres mundanos. 
Al final se trata tan solo de dos cuerpos viejos queriéndose amar. Debes escoger alguien con quien no te cansarías de conversar toda la vida, con quien sea una permanente aventura intelectual el hablar.
Acaricié con cuidado el dorso de una de tus manos por unos segundos. Qué importaba si no era yo tu mejor amante, que no fueras tú el mejor sexo que tuve.
Recordé haber leído en algún lugar que dos manos también pueden hacer el amor.
No hubo sexo brutal, tu fantasía mas terrenal, ni un orgasmo espasmódico al finalizar.
Simplemente entrelacé mis dedos con los tuyos y comenzamos a hablar.

viernes, 4 de abril de 2014

...

Nunca es tarde. Nunca es nunca. Felicidades por aquel día.

miércoles, 2 de abril de 2014

Mil perdones a las madres (aunque no es su día)

Perdón a las dignísimas señoras madres de familia que se sintieron ofendidas con mi post anterior. Incluyendo a mi sacrosanta madrecita.
Desde la que me acusó se insensible (dada mi incapacidad para interpretar las emociones asociadas a la maternidad) hasta aquella que me encrespó una suerte de frase cliché haciendo referencia a la existencia de una relación de enamoramiento de madre a hijo, desde antes de conocerse (bastante edípica por cierto y carente de evidencia empírica , al menos en términos de "amor").
No obstante, si alguien se ofendió perdón. Aunque valgan verdades, ello me tiene sin mucho cuidado. 
Mi post jamás estuvo referido a cuestionar las sensaciones asociadas a la maternidad, sino a toda esa parafernalia de tomarse fotos artísticas, exibiendo su protuberante vientre, con la pareja al lado, ambos descalzos o sobre una alfombra, en una suerte de pose idílica de la experiencia de la paternidad.
Vamos. Seamos un poco más honestos con nosotros mismos. Un poco de photoshop o media docena de fotografías bien logradas en un estudio profesional no te harán mejor padre, ni madre, ni hijo al que está por nacer. Tampoco servirán para esconder tu realidad o trascender en tu historia personal como parte de un momento idílico, cuando quizá no lo es.
No pretendo dar lecciones de moral, ni nada que se le parezca. Conozco a muchas personas que estarían dispuestos a ello. Free cost.
En lo que me concierne, me repugna la cursilería, la pose boba, la apariencia detrás de ese flash, lo que esconde, el hacerlo porque está de moda, porque todas las chicas de la oficina lo hicieron antes, porque es un trend topic colocar esas fotos en el muro de tu face, contratar a ese fotógrafo de catálogos caros o cualquier otra huachafería que se le parezca.
Lamento decepcionarlos, señores. Tal vez si habría que retratar esto de la maternidad sería un poco menos bucólico y quizá más próxima a la imagen que Frida Kahlo imaginó cuando dibujó esta versión personal de su alumbramiento.

martes, 25 de marzo de 2014

No regrets


Una golondrina
no hace un verano
tampoco un recuerdo
o tu majadería
mi necesidad
de tu mitomanía
tu conmiseración
los mil perdones
las velas que jamás encendimos
el colapso de tu cuerpo lúbrico
aquel abismo
(subterfugio de la otra orilla)
en que primero caíste
el paroxismo de tus extremidades
descubiertas al flash de mi cámara
sus oquedades
y las mías
tu inminente extinción
o tu cercanía.
No regrets.

domingo, 2 de marzo de 2014

Necesito que me hagas el amor


















Necesito
que me hagas el amor
sin tocarme
ni llenarme de abrazos
o de besos.
sin apenas poseerme
con tu mente
o la mía
como en los sueños
como el placer
como en un abrazo
without words.
Con algo de maldad
y de melancolía
Tenderly.

martes, 18 de febrero de 2014

Búsqueda

Mi vida es una constante búsqueda de respuestas en esos ojos verdes que jamás encontraré.

lunes, 10 de febrero de 2014

Felicidad

Odio las escenas impostadas, las fotografías de estudio profesional que se toman las parejas, con juguetitos, proyector de luz artificial, alfombras, verde césped, pies descalzos, jueguetes de madera, retrato familiar. 
Odio las fotografías de las embarazadas, de las madres primerizas, de la barriga turgente, de la teta seminal, de los vástagos recién nacidos, de su primer pañal, de popó del día previo, de los padres cortando el cordón umbilical.
Odio las fotografías perfectas que se derrumban un segundo después de disparado el reflector del flash, cuando todo vuelve a la normalidad, cuando la familia entera se desprovee del maquillaje, cuando uno a uno se quitan el antifaz, cuando resurgen las miradas de odio, cuando todo vuelve a la normalidad.
Cuando ella regresa a la cocina y se encierra entre sus trastos y sus libros de mujer profesional-liberada-atrapada-en-matrimonio-asfixiante-y-asexual. Cuando él coge el teléfono para enviar un mensaje de texto a su amante, que ya terminó la sesión, que te extraño a morir, que esta noche no, que quizá mañana, que no insistas, que deja de llamar y cortar por las noches, que pasado, ¿te tengo ganas, sabes?, no, hoy no, mañana, tal vez mañana.

Odio las sonrisas impostadas, el imbécil que me pide mirar el pajarito (que me mire él el mío), que exige a tu hijo sonreír, que olvide por un segundo que en el colegio lo golpean -vamos, no es tan difícil, dice, solo digan whisky-, que hace dos tardes encontró a su novia tirando con su mejor amigo, que sus padres se gritan todo el día, que anoche su madre no se pudo levantar por las pastillas, que su hermana se suicidó hace más de diez años, que no puede conciliar el sueño, y sin embargo termina siendo obligado a efectuar un remedo de mueca, que vuelve a la normalidad cuando se oye el click que atrapa ese instante perfecto, que no termina de definirte, pero que todos llamarán alegría o peor aún, lo catalogaran como felicidad.

viernes, 10 de enero de 2014

Antes

Me pongo a pintarte.
Para a los pocos segundos
comenzarte a borrar.
De ti no queda ni la sombra de tu sombra
hay sombras que rehuyen de la posibilidad
de ser apenas eso.
Algunos decidimos no ser más
un recuerdo
una realidad paralela
un beso que inicia en los labios
y termina envolviéndose
en el calor
de tu lengua
tus caninos dientes
el maravilloso piercing de tu oreja
tus piernas infinitas
aquel sueño en que soñé
que ambos moríamos.
Algunos decidimos
decir stop
cesar la agonía
o de soñar que existimos
abrimos los ojos
y comenzamos a respirar.
Pero eso era antes.
Otros
quizá mas valientes
deciden, solo, saltar.