miércoles, 12 de diciembre de 2018

Para cuando despiertes (2)

¿Te he dicho que te he amado, recently?
No. Pensé que eran ese tipo de cosas que se asumían, que tú ya debías saberlo, que estaba sobreentendido, que bastaban las miradas, que hay cosas que no se dicen sino "se sienten".
Observo tus ojos inmensos espiándome detrás de tus pestañas hirsutas, encanecidas y me pregunto si me comprendes ahora, si logras encontrar el camino en la maraña de tus pensamientos para conseguir descifrar mis palabras. Me miras nuevamente. Me muevo a un lado y tu cabeza gira, suavemente, siguiendo cada uno de mis pasos.
"Ya regreso", te digo y me despido con un beso en la mejilla. Pestañeas.
¿Comprendes el significado del tiempo? ¿Eres consciente que no volveré sino al caer la noche, cuando quizá ya duermas?
¿Te he dicho que te he amado, lately?
Si, lo hice hoy antes de partir. Me observaste en silencio, desde tu cama (quizá en la misma posición en que te encontraré al regresar). Lo dije muy despacio, tratando que entiendas cada una de mis palabras: T-E A-M-O.
Volviste a pestañear. Me marcho con el corazón en la boca. Quiero pensar que fue una señal.
Aunque solo yo lo crea.

martes, 11 de diciembre de 2018

Para cuando despiertes (1)

Me gustaría decir tantas cosas cuando despiertes.
Decirte que he pensado mucho en ti en estos días, que he sentido temor (mas bien horror), que he llorado como un niño (hasta secarme), que he sentido ese vacío que se siente en el corazón cuando ya no tienes más lágrimas para botar, cuando tu pecho se vuelve como un tronco seco porque perdiste el corazón.
Me gustaría decirte tantas cosas en estos días.
Que he renunciado a ti ya varias veces y me he aferrado a la esperanza en igual proporción, que he creído en Dios y lo he blasfemado al mismo tiempo, que he sufrido pero también me he alegrado con cada resquicio de esperanza.
Me gustaría contarte muchas cosas, porque se que me escuchas... pero se que no debo. Dicen que debo ser fuerte, tratar de no asustarte, de no alterar aun más a esos demonios que te mantienen postrada, totalmente inmovilizada.
Me gustaría decirte todo esto, pero he decidido no hacerlo
Lo leerás cuando despiertes de ese largo viaje que has emprendido, te lo leeré en voz baja, me avergonzaré un poco y ocultaré mi cabeza en tu regazo.
Y seremos invencibles.

Ella se está durmiendo (1)

Ella se está durmiendo. Veo los cambios a diario, sucederse unos tras otros: la manera cómo sus movimientos se hacen más lentos, su apetito perdido, el cansancio repentino que la acomete a diversas horas del día, el miedo en sus ojos -de noche, antes de dormir- quizá por el hecho de no soñar, o peor, de no poder despertar.
Ella se está durmiendo. La realidad empieza a hacerse cada vez más ostensible, el monstruo empieza a adoptar una forma real, su reloj biológico ha empezado a contar hacia atrás.
En ocasiones le hablo, como lo hacíamos antes, de pronto volteo y me doy cuenta que hace mucho que no me oye, su mente navega quizá por lugares ignotos, quizá detenida en algún recodo de su niñez, en un instante de su vida donde pudo ser feliz. No me importa que no me oiga, ella sonríe por un instante y saberlo me hace también feliz.
Ella se está durmiendo, se los digo. Escuchen cómo se acompasa con el suave sonido de su ronquido. No la despierten. Ella es feliz en ese momento efímero, cuando pierde conciencia de lo real.
Descubro que la felicidad puede adoptar tantas formas y provenir del acto más mundano, como el placer, como los sueños, como un abrazo.