sábado, 9 de marzo de 2019

Se prohíben las caricias y los besos



Aquél bien podía haber sido el lema que acompañó mi niñez. Entre nosotros no estaban permitidas las caricias ni los besos. Apenas el brusco apretón de manos con el que nos saludábamos al encontrarnos o nos despedíamos una vez finalizadas las reuniones familiares. Hasta el día en que se marchó mamá.
Ni bien nuestras miradas se encontraron, me di cuenta de que tu antigua rudeza había desaparecido.
Llegué hasta a ti a tiempo para sostenerte entre mis brazos, para ocultar la explosión de tu llanto que se confundió con el mío. 
Entonces comprendí que también tú habías muerto.

Para cuando despiertes (5)

A mi mamá, en el cielo.
¿No ves? ¿De verdad que si no ves?
En las noches, cuando duermo y te sueño, y me siento cerca a ti, tan cerca que imagino que estoy a punto de desvanecerme de alegría de tenerte cerca.
En el día, cuando sueño despierto, y camino por aquellas calles y avenidas por donde alguna pasamos, mis pasos locos, los tuyos cortos y cada vez más cansados.
¿No ves? ¿De verdad que si no ves?
En las tardes de verano, cuando el sol se ha ocultado y el viento empieza a soplar, en los ojos de ese pájaro que asomó hasta nuestro balcón y que luego no quería marchar, en cada espacio de la inmensa soledad donde dejaste tu huella, en los resquicios cada vez más abiertos de mi recuerdo.
En las mañanas, cuando despierto, cuando el efecto de las pastillas ha terminado y debo enfrentarme a la soledad de un nuevo día, sin tu latido, sin aquella voz que me canturreaba al oído que jamás se iría. Pero te fuiste.
¿No ves? ¿De verdad que si no ves?
En aquellas cartas tuyas, que releo una y otra vez intentando encontrar en cada letra un sentido diferente, en las viejas fotografías donde apareces sonriendo o muy seria, con aquellos inmensos ojos castaños que parecían dispuestos a tragarse el mundo de un solo bocado (solo te tragaste mi corazón).
¿No ves? ¿De verdad que si no ves?
En mi recuerdo, que con el tiempo se va convirtiendo en resignación. Y se convierte en una piedra dura que me solidifica en el corazón. En las lágrimas que se han secado y en aquellas otras que ya no tienen fuerzas para brotar. En tu recuerdo, que ya no estoy seguro si el el tuyo o una versión que me invento día a día para no olvidar.
"Olvida todo mi pequeño monstruo, ha sido todo un mal sueño".
Y el mundo vuelve a tornarse de un color especial.