viernes, 17 de junio de 2022

Llama el teléfono, Delia

A    Julio C., por las lágrimas . 

Tenía los ojos aguados desde antes de terminar su lectura. Su mirada recorrió la última frase, palabra, sílaba, letra, punto.

Cogió su teléfono, no se abría “maldita clave”, pensó. “Siempre la olvido”.


Busco en su agenda aquel número telefónico, vetusto, en desuso. Lo marco silenciosamente. Entonces se percató que su memoria se había negado a olvidarlo todo este tiempo. 

La llamada no conectó. Marcó otra vez. Esta vez si escuchó el sonido de la conexión y el timbrazo, al otro lado de la línea. Un timbrazo extraño, que en nada se parecía al timbrado de un teléfono tradicional y que le hacía pensar en la escuela y la vez que lo llevaron a conocer a los payasos en el circo. 

Esa tonada, aquella tonada… tonta y graciosa a la vez.

De pronto el teléfono dejó de repiquetear. Se quedó enmudecido con el celular pegado a su oreja, intentando captar cualquier sonido. Se escuchó como un baboseo, como si alguien se hubiera metido el auricular en la boca y estuviera impedido de hablar.

“Te he dicho mil veces que  no te metas ese juguete a la boca, Babe”, dijo Delia mientras apartaba con suavidad el juguete que no cesaba su repiqueteo.