miércoles, 29 de febrero de 2012

No estoy solo

- ¿Aló?
- ¿No reconoces mi voz?
Te reconocí ni bien terminaste de pronunciar la primera palabra. No parecías sorprendida de que continuara conversando contigo. Parecía que tomabas el asunto como la cosa más natural.
- ¿Tendré que seguir esperando en la lluvia?
Apreté por inercia el botón que activó el pasador de la puerta. Oí el sonido de tus sandalias en chocando con los peldaños de la escalera. El fru fru de tu vestido enredándose entre tus piernas. El golpe de la puerta en el pasillo.
- ¿Te sorprende verme?
Tenías el cabello mojado. El agua de la lluvia había empapado tu ropa y resbalaba por tu cuello, tus brazos, tus pechos.
No sabía qué decir. Te alcancé una toalla como un autómata. Luego dos. Tenías ya tres y parecía que nunca ibas a terminar de secarte.
- Estoy mojada -dijiste riendo. Luego te pusiste seria y repetiste: Mojada. Completamente mojada.
No sé en que momento comenzaste a quedarte desnuda. Cuando levanté la mirada era ya muy tarde para detenerte.
- No estoy solo -susurré.
- Yo tampoco -dijiste. Y me obsequiaste un guiño. Quizá una sonrisa.
No supe que decir. Creo que me puse más nervioso. Era todo como irreal.
Sonreí.

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