martes, 7 de junio de 2011

Cronología de un final no anunciado (ii)

Le dije señor q tal soy Pedro se acuerda de mi?
¿Qué fue de su hija?
Me dijo cómo ¿no sabes?... ella murió.
Suárez Vértiz. Talk Show.

07:00
Ya era 06 de junio. Todo estaba consumado en ese instante. El parte policial dictaminó que la hora aproximada de tu deceso fue a la medianoche. A esa hora todos en casa dormíamos plácidamente ignorantes de lo sucedido. Quizá alguno de nosotros tuvo frío o se levantó por la noche a orinar. Pero ninguna de esas cosas fue relevante como para advertir que detrás de tu puerta -permanentemente cerrada- no estabas (no estarías) nunca más.

08:00
Me levanté y a regañadientes me metí a la regadera. Hacía frío, pero no había dinero para comprar una terma. El escaso sueldo de mamá y mi hermano alcanzaba apenas para pagar la pensión de la Universidad. Tomé un ralo desayuno, me puse ese terno plomo que acababa de estrenar no hace mucho y del que estaba orgulloso (mi primer terno adquirido con mis propinas de practicante) y me encaminé a clases. Luego al estudio.

12:00
Alguien tocó la puerta de mi casa. Mi mamá esta sola. Era una señora acompañada de un cura. Sus rostros estaban lívidos y tartamudeaban al hablar. Le preguntaron si es la casa de Cecilia. Mi madre contestó con un sí afirmativo con la cabeza. El padre comenzó a hablar de Dios, del cielo, de un mundo mejor donde el cuerpo no sufre y el alma sonríe por toda la eternidad. Mi madre lo escucha como en medio de un sopor, de una neblina, de un sueño. "Su hija ha muerto", le dice de pronto al ver que no comprendía. "Quiero verla", responde. "Quiero verla", repite.

12:30
Fue sencillo llegar. El hotel quedaba a pocas cuadras de la casa. Hasta en eso habías pensado, Cecilia. No sería prudente hacer caminar a mamá tanto. En el camino se encontró con mi tío Francisco. Una hora después llegó Darío, quien telefoneó a mi otra hermana explicándole lo sucedido. No pudo terminar lo que estaba diciendo, pues mi hermana se desplomó en un llanto que parecía no acabar nunca.

15:00
Los presentimientos. No suelo creer en ellos, pero aquel día no sé por qué motivo decidí salir más temprano del Estudio y en vez de dirigirme a la Universidad a estudiar -como siempre- encaminarme a mi casa. Fue mi cuñada quien me comunicó lo ocurrido. Recuerdo que llevaba el terno puesto. Me desnudé y me coloqué cualquier cosa sobre el cuerpo. Salí como un demente, en dirección al hotel, a pocas cuadras de mi casa. Mis piernas me ardían del esfuerzo, pero eso no me importaba. Cómo odié no poder correr más rápido en aquel momento. Mis torpes piernas no ayudaban.

15:10
Llegué con el alma en vilo. Estaba agitado. Afuera divisé una camioneta de la Policía. "Soy su hermano", les dije. No me dijeron nada, solo se hicieron a un lado. En el interior estaba mi madre, mi tío Francisco y Darío. Mi mamá me abrazó. Sus manos parecían una garra que de un momento a otro destrozarían mi cuello. Darío, como siempre, tenía el rostro imperturbable y esa expresión de tranquilidad que oculta la desesperanza. Quise entrar. "Mejor no", me dijo mi tío Francisco. "No se puede quedar aquí", dijo la casera de pronto, rompiendo el silencio. "La muerte solo trae problemas". "Y mala suerte", remató.

15:30
Decidimos que entraríamos Darío y yo. La Policía había ingresado antes y cubierto su cuerpo con una sábana. Suspiré aliviado. Al menos no la vería en ese estado. Él la cargó de la cabeza y yo de los tobillos. Por debajo de la sábana, sentí su cuerpo rígido y frío, como de esos animales que encuentras atropellados en la calle.
Bajamos por las escaleras a tropezones. Parecía más pesado que nunca. Lo pusimos sobre la tolva de la camioneta. "Hay que llevarla a la morgue", nos dijo el Policía. "Luego ya se verá que hacer con el cuerpo". Nos subimos al auto de mi hermano, en silencio y seguimos el auto de la Policía en el que Cecilia yacía dado tumbos, mientras recorría las frías calles de la Ciudad de Piedra.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre me preguntè què habìa pasado...luego simplemente dije voy a darle un abrazo al chochera...chochera ese dìa fue de niebla de junio...recuerdo que pensaba pucha èl la querìa tanto.

kuinzito dijo...

Si, fue de niebla. Si, la quería mucho, tanto como para suponer que no había necesidad de comunicárselo. Si, ese día había niebla en el aire. También en mi corazón.
Gracias chochera.