viernes, 16 de julio de 2010

Chao numero cuatro

- ¿Entonces te dijo chao por un tiempo? -pregunté.
- Si -contestó.
- ¿Y tú que respondiste?
- ¿Qué crees que respondí? -contestó, mirándome como si su pregunta aparejara una respuesta evidente. Que estaba de acuerdo, claro.
- ¿Y lo estas?
- No.
- ¿Entonces por qué le dijiste eso?
- ...
Me quedé mucho tiempo pensando en la conversación que sostuviera con X. Repasé con sumo cuidado cada uno de los argumentos que me esgrimió aquel día, tanto a favor como en contra de la posibilidad de verla, de seguir pasando el tiempo a su lado. Me parecía algo absurdo que dos personas que se atraían mutuamente y gustaban del tiempo juntos (de manera confesada y explícita) se vieran en la necesidad de "cortar por lo sano" su incipiente (o avanzada) amistad por el solo hecho de evitar sentirse confundidos.
Me parecía absurdo también que durante todo este tiempo hubieran tenido la necesidad de andar escondiéndose, como si fueran una suerte de criminales en busca de la redención, a espaldas de sí mismos, de los demás, del mundo entero: una suerte de castos amantes que se encierran en una habitación y pasan la noche en vela a los pies de la cama y sin tocarse. Todo era sencillamente ridículo. Pero más ridícula aún era la decisión a la que finalmente habían llegado luego de una conversación que comenzó entre risas y culminó muy seria.
¿Por qué la necesidad de ese ridículo chao, te veo luego, pero te veo después de otra manera? ¿Serían a partir de entonces los mismos, pero algo distintos? ¿Algo cambiaría? Y si nada cambiara ¿habría necesidad de un chao numero 2, un chao número 3 (como el de Mario) hasta llegar a un chao número 4? ¿Qué otros aspectos pueden restringirse dos personas que gustan de estar juntas? Digamos, en suma, descartando lo espectacular del contacto humano ¿da lo mismo verse en persona que hacerlo por Internet, por MSN, por el facebook o el twitter (que por cierto ninguno de los dos tenía ni hasta la fecha había aprendido a usar)?
Definitivamente había algo en todo ello que no acababa de comprender bien.
Pensé un poco en lo que X me había confiado en estos últimos días: la manera como se habían acercado, luego descubierto (a veces no hay orden preestablecido para ciertas cosas), la manera como habían aprendido a reírse de sí mismos, a reírse juntos, a reírse de los demás y después a mofarse el uno del otro. Una mañana vino agitado y me confesó como una revelación que hacia mucho no reía tanto y de verdad. Se notaba sinceramente feliz.
Intenté darle mas vueltas al detalle de mi última conversación con X. Recreé cada momento de sus palabras, como procurando buscar un significado oculto, un mensaje cifrado entre líneas que me ayudara a comprender la situación por la que pasaba.
- ¿Entonces te dijo chao por un tiempo? -pregunté.
- Si. -contestó.
Cerré los ojos y casi pude verla. Nunca mujer alguna me pareció tan pequeña: quizá por la fragilidad que transmitía, tal vez por el ligero temblor de sus manos o por la inmensidad que transmitían sus ojos asustados. Esta además nerviosa, quizá algo incomoda, como entre azorada y expectante.
De los dos, ella fue más valiente. Optó por hacerle frente a la situación. Él simplemente procuró ocultarse tras sus palabras, tras el lunar al lado de su boca. Fue mas sencillo oír primero y aceptar luego. Acatar en vez de intentar protestar. Decir por supuesto en vez de buscar alguna alternativa. Su silencio hizo el papel de cómplice pero a la vez de estúpido cobarde que se oculta tras las faldas de su abuela.
¿Acaso no hubiera sido más sencillo decir lo que pasaba por su cabeza que asumir ese papel de sorprendido, de alguien que recién se percata de una determinada situación aunque la ha tenido todo este tiempo frente a sus narices? ¿No hubiera sido mas sencillo decirle "Me gustas, ignoro aún la magnitud. Sólo se que me gustas. Comprendo tu decisión. Me gustas. No quiero -no me gustaría- perderte. Me gustas. Es agradable pasar el tiempo a tu lado. Me gustas. Parece como si te conociera de tiempo. Me gustas. Cómo me miran tus ojos inmensos. Me gustas. Cómo me siento contigo. Me gustas. Estuvo sabroso el postre que comimos. Me gustas. Deberíamos comer esa sopa mas seguido. Me gustas. No quiero crearte problemas, aunque creo que yo ya los tengo. Me gustas. Quizá te genere más confusión pero me gustaría más decirte 'hola' en lugar que decirte 'adiós'. Me gustas. Me gustaría no tener que dejar de verte y que no tuviera nada de malo el pensar en ello. De verdad que me gustas".
Abrí los ojos. Los vi sentados ambos. Ridículamente uno a lado del otro. Procurando articular un discurso que ninguno de los dos terminó de digerir. Intercambiando miradas de entendimiento. Diciéndose a cada momento "comprendo" como si de verdad hubiera algo que comprender. Los vi luego fundirse por un instante en un torpe abrazo ¿de despedida?. La vi cerrar la puerta ¿cuál puerta? A él bajar las escaleras ¿qué escaleras?. Lo vi intentando mirar algo desde la calle. La vi apagando las luces, de la cocina, de la sala, de su habitación. Los vi desnudarse, cada uno por su lado. Los vi mientras se acostaban. Los vi conciliar el sueño y soñar luego un sueño compartido y sin complicaciones.


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