domingo, 27 de enero de 2019

Para cuando despiertes (3)

Podría escribir sobre este aspecto
como uno de esos temas recurrentes
como aquella melodía inconclusa
la poesía que jamás te animaste a escribir
las palabras que tuviste miedo de expresar.
y jamás dijiste, y ahora es tarde.

Mi madre duerme
(no importa si en forma real o ya más alejada de lo terrenal)
y yo sigo esperando que despierte
que esos artefactos luminosos que llamamos ojos
se enciendan una vez más
para extraviarme en sus pestañas inmensas
y encontrarme una vez más en el calor de su abrazo
de sus latidos
de su corazón.
Mi madre duerme, no la despierten.
Ella está agotada, me lo dijo la última vez que conversamos
"Estoy cansada de luchar".
Yo le pedí no cesar de hacerlo.
"Tienes que comer, tienes que vivir", reclamé.
Ella lloró bajito, casi en un susurro.
"¿Tienes miedo a la muerte?", pregunté.
"Sí", contestó de modo casi inaudible.
Luego nos perdimos en uno de esos silencios
tan nuestros, tan suyos, que podían durar minutos, horas
fundidos uno al lado del otro
donde nos entrelazábamos sin apenas tocarnos
"Está bien hijo", me dijo al rato, "comeré".
Y bajó a la cocina.
Algún rato después escuché el sonido de tazas y platos
Sus pasos eran lentos, cansados.
La noche era tibia. Las horas pasaron unas tras otras.
Subí a verla algún tiempo después.
La abracé por encima de su cobertor, hasta que se quedó dormida.
Al retirarme, subí a verla una vez más.
Tenía la luz apagada, dormía.
"Hasta mañana mami", le dije haciendo mucho ruido para despertarla.
"Hasta mañana hijito", contestó.
Fue la última vez que hablé con ella.
Mi madre está dormida, les digo.
No importa la forma que adopte su sueño.
Si es en el presente, en el pasado o en la volutas de su voz que se van extraviando entre los resquicios de su recuerdo.
No la despierten. No esta vez.
Ella duerme.

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