He aceptado de manera ex-profesa algunos de tus (ahora lo sé) malsanos y enfermizos comentarios para que tengas la seguridad que yo también he caído en la cuenta de tu maldad infinita. Me he atrevido incluso a contestar algunos y dejarlos por unos días aquí colgados como para que te percates de su existencia y desde el fondo de tu repulsiva alma sepas que yo también lo sé y que he iniciado contigo quizá un juego peor al que tu te atreviste: pues ante ti aparentaré total ignorancia, aunque en el fondo tenga muy claro todo y cada detalle de este embrollo.
No entiendo cómo pude creer en ti y desatender lo que mi corazón me decía casi a gritos. He dejado abandonada a una persona que no se merecía eso. He permitido que se aloque, que caiga en la enfermedad mientras tu te soslayabas pensando que esto era parte de un juego, de un juego de chiquillas que buscan entre sí robarse de la manera más estúpida a un hombre. Quizá ahora venga lo bueno, pues no podrás dejar de pensar que yo lo sé, y no saber en que momento te haré frente y escupiré sobre ti mi veneno quizá no te deje dormir por la noches. Ten la certeza que ese ese momento llegará y que ello resulta tan cierto como el hecho que existe Dios en el cielo. No quisiste creer, te pensaste invencible, ingeniosa y no fuiste nada más que una cobarde incapaz de sentir ni siquiera el menor atisbo de lástima por alguien más débil. Sufrirás, te prometo que sufrirás del mismo modo que tú hiciste sufrir al desvalido. Y tu sufrimiento será interminable, continuo, como una espiral eterna que nunca parecerá acabarse. Y quizá cuando llegue ese momento y decidas finalmente hablar y confesar la verdad, lleguará la redención a tu alma. Si todavía no es tarde... si todavía no.
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