domingo, 2 de mayo de 2010

Tengo recuerdos

Tengo recuerdos que me persiguen.
Recuerdos que me acechan todo el tiempo, agazapados, a la espera de un descuido para propinarme un zarpazo, una trompada de lleno en la mejilla, un imponente salto de grulla hasta sacarme del ruedo, hasta mandarme al vacío.
Tengo recuerdos que no me dejan ser, lo cual en sí es una especie de contradicción, pues somos personas hechas de recuerdos. No se puede ser, sin recuerdos.
Hay muchos tipos de recuerdos: algunos son inoportunos, llegan a ti cuando menos esperas; otros son más considerados y respetan horarios y costumbres. Algunos se acercan a ti con benevolencia; otros no muestran la menor compansión ni respeto por el lugar o las circunstancias. Algunos estan de paso y otros se enquistan en tu mente, convirtiéndose en parte de tu cotidianeidad. Algunos llegaron para quedarse, otros simplemente se marcharon de la misma manera como vinieron.
Algunos duelen, otros ya no tanto.
Pero de cualquier manera lo cierto es que tengo recuerdos. En mi día a día, en mis sueños. Sobre todo en mis sueños. Allí es donde los recuerdos se apoderan de mi y me convierto en una presa fácil, en una blanda carnada con la que salen de pesca, haciéndome víctima de sus juegos existenciales.
Tengo recuerdos que no cesan de taladrarme al oído su existencia.
Tengo recuerdos que también son personas. Personas que te recuerdan un recuerdo que pensaste haber olvidado o no quieres ya recordar. Personas que que muy a su pesar -y al tuyo- representan el rostro inefable de un recuerdo que permanece constante, detrás de sus pupilas y en medio de sus corneas - que en algún momento vieron contigo, eso que prefieres ahora olvidar-, deslizándose entre sus sienes, entremezclándose en su cabello, cayendo finalmemte la vacío.
Tengo recuerdos que anulan personas y personas que hacen lo propio con los recuerdos. Conozco personas que no quieren recordar, otras que no recuerdan ya. Sé de personas que prefieren simplemente callar, decir "no recuerdo", que optaron por amordazarlos, por extrangularlos, por colocarlos en el rincón mas obscuro de su habitación, donde apenas llega la luz, abandonándolos a su suerte , sin darles la esperanza de ser encontrados. Sin darles la oportunidad de decir "aquí estamos".
Conozco personas que viven una farsa. La farsa de no tener recuerdos.
Tengo recuerdos que no quiero olvidar y recuerdos que preferiría no estar recordando mientras escribo esto. Tengo recuerdos y recuerdos, unidos, entremezclados. Tengo recuerdos fusionados, recuerdos lisiados, recuperados, rencauchados, recuerdos que no quieren ya ser recordados.
Tengo recuerdos que me recuerdan a diario que debo recordarlos.
Nada graba tan fijamente en nuestra memoria alguna cosa como el deseo de olvidarla
Montaigne.

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