Esa ceja levantada. Esa sonrisa ladeada. Esa mirada entre burlona y romántica. Ese imagen de enamorado desesperado y de amante sin escrúpulos. Así imagino a Gable. Si fuera mujer, seguramente me hubiera casado con el.
Yo no tengo padre, es decir, aún cuando lo tengo, me he criado desde pequeño sin la presencia de una figura paterna. Resulta algo difícil explicar cómo fueron esos días, pero en reemplazo de un padre biológico al cual supongo no le importaba mucho mi existencia (a pesar que ambos llevamos el mismo nombre y apellido que nos identifica y me marca), tuve tres padres no biológicos que me brindaron todo el cariño que necesité: mi hermano y mis tíos Javier y Fico.
Ellos llenaron durante mi infancia la necesidad de afecto que mi corazón de chicuelo requería con sus juegos y mis risas. Quizá alguno fuera más duro que el otro, pero entre los tres construí la idea de la figura paterna que necesitaba. Entre los tres y alguien más.
Se llamaba Clark Gable y lo había descubierto actuando en Gone whit the Wind (Lo que el viento se llevó) en una versión en castellano que en alguna ocasión pasaron por la televisión local. Tenía en aquel entonces cerca de 8 o 10 años pero bastó aquella oportunidad para se presantese una fijación en mi por el que me hizo dudar de mi sexualidad por un instante.
Había algo en su mirada, en el tono de su voz (entonces en castellano), en la manera como levantaba esa ceja, en la forma como escondía su afecto detrás de una apariencia de hombre-que no-sufre frente a los coqueteos de Scarlett O'Hara en la película. Simplemente sucumbí ante el y lo declaré como mi modelo a seguir. El amor era de esa manera y no existía otra forma de comportarse que la del mítico Rehtt Butler en Lo que el viento se llevó. Había que guardar cuidado con las mujeres, pues estábamos prestos a ser víctimas de los desvanes y veleidades de su caprichoso corazón.
Fueron tiempos duros en los que me dediqué a ocultar mis sentimientos y a ensayar una sonrisa ladeada y una ceja levantada en actitud irónica, que finalmente se instaló como parte de mi personalidad sin que hasta la fecha pueda expurgarla de mi rostro. Pero yo no era Rehtt Butler y mi vida no era Lo que el viento se llevó, de modo que los años se encargaron de hacer que me diera cuenta de ello, pues mi manía de ocultar mis sentimientos y responder de modo burlón a cualquier situación en que estuviesen a punto de ser develados, me trajo más de una experiencia desagradable y triste que no es del caso comentar por ahora.
Baste decir que adopté el comportamiento pero yo no era el tipo. Y no había quizá más distancia entre Rehtt Butler y yo que la que existe entre un dinosaurio y un ratón. Está demás decir que yo no era el dinosaurio. Se dice que Marilyn Monroe estuvo siempre enamorada de el y que este a su vez fue el único hombre que no sucumbió ante los encantos de esta rubia debilidad (a pesar de la disposición de la rubia).
Su encanto y esa disposición de sus cejas al mirar trascendían las fronteras y los sexos. Se dice que Adolfo Hitler era su ferviente admirador, al grado que durante la Segunda Guerra Mundial (donde Gable combatió) ofreció una recompensa a quien lo capturara vivo y lo llevara ante su presencia.
Años después, luego de muchas lecturas (que incluyó la versión original de Gone with the wind) y muchas películas de Gable, de su personaje sólo me quedó la disposición de mis cejas y alguno que otro comentario sardónico que de cuando en vez escapa de mi cuando hablo, ajeno a mi voluntad y a mi control. He perdido más de una amistad y alguno que otro amorío por esa disposición de la ceja y aquel comentario burlón. Y en mas de una vez se me ha ido el corazón con el.
Mi madre me suele contar que mi padre era (es) un hombre muy apuesto. Debió ser demasiado apuesto, puesto que se casó con el a la tierna edad de 14. A veces imagino que debió haber sido una especie de Clark Gable de su época. Yo hubiere requerido un padre distinto, quizá mas parecido a Michael Landon en el papel de Charles Ingalls, en vez del actor de Lo que el viento se llevó.
Pero lo que si no tengo dudas es que de ser mujer, me hubiere enamorado sin remedio de el. No seria quizá como como Marilyn Monroe, pero me hubiere gustado ser como Carole Lombard que fue el amor de su vida y cuya muerte sumió a Gable en tal depresión que se enlistó en la armada para combatir a Hitler (quizá sin saber que Hitler no tenía ningún ánimo de combatir contra el).
Y probablemente me hubiere mirado de frente, hubiere ladeado su sonrisa, arqueado esa ceja y con la voz más sardónica del mundo hubiere hundido sus ojos negros en los mios, respondiendo con la única expresión que los labios de Rehtt Butler podía pronunciar frente a una solicitud de perdón de alguien a quien amaba hasta el delirio:
"Querida, eres tan inmadura. Crees que al decir lo siento todo el pasado puede corregirse"
Y luego, después de unos minutos de silencio y mi desesperada confesión de amor y mi actitud de espanto ante la inminencia de su partida y mi inevitable soledad ("Where shall I go? What shall I do?"), aún cuando su corazón correspondiera al mío, hubiere respondido con esa frase invencible del personaje de aquella película que lo coronó como mi ídolo y mi perdición:
"Frankly, my dear, I don't give a damn"
(Francamente querida, me importa un bledo)
1 comentario:
Quien no ha caido enamorado de toda la pasión que desprende "Lo que el viento se llevo"???
Que placer enamorarse de un rostro en blanco y negor, que nostalgía! Maravilloso siglo XX y maldito romanticismo.
Yo me hubiese enamorado, si fuese mujer, quizás de Ava Gadner o quizás de Lana Turner.
Adoro tu blog.
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