viernes, 16 de noviembre de 2018

Yes, I do really miss you

Me preguntaste la vez pasada si realmente extrañaba no estar contigo.
"No te extraño", te dije mirándote a los ojos.
Mentía, como no extrañar esas particularidades que componen cada resquicio de tu ser: la manera tan tuya en que inicias una carcajada (y cómo la terminas), tu combinación de olores y perfumes que nunca consigo distinguir, las imperfecciones de tu piel que me parecen perfectas, esa manera tan tuya que tienes para referirte a mi una vez que he conseguido desarmar tu caparazón, cuando te permites ser tú.
"No te extraño", te dije mirándote a los ojos.
Pero sabía que mentía. Incluso desde antes de terminar la frase empezaba a extrañar el no haber dicho precisamente lo contrario. Extraño oírte hablar de tus películas bobas, de tu amiga insulsa que se visualiza sensual, de tus aventuras con los zapatos y las carteras, de aquel libro que nunca leíste y aquel otro que jamás tendrá una oportunidad. Del cofre perdido que contiene el corazón de tu abuela, de las paletas que no compramos, de los lugares que jamás fuimos, del noviecito que conociste a los catorce y terminó contigo cuando cumpliste los dieciséis.
"No te extraño", te dije mirándote a los ojos.
Pero mentía. Quería decirlo en todos los idiomas, en inglés Yes, I do really miss you, en francés Oui, tu me manques vraiment, en alemán Ja, ich vermisse dich wirklich u holandés Ja, ik mis je echt. No obstante permanecí en silencio. Vi como te inclinabas hasta el suelo y recogías con parsimonia y delicadeza tu caparazón. Protegiste tu cuerpo desnudo con su antigua armadura.
"Hasta mañana entonces", respondiste. Y te marchaste emitiendo un bufido.
Esperé hasta que cerraste la puerta (con un golpe). Me ajusté el caparazón a la cintura, al pecho. Luego me dirigí en dirección a tomar el tranvía, silbando.

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