sábado, 21 de abril de 2012

El chico de la última fila

A Ivan.

No eras tan original como creía. Esa estrategia la sacaste de una obra de teatro. Ahora lo sé. Como también he llegado a comprender el motivo por el cual mi piel amanece surcada de cortes, que simulan arañones (sabemos bien que no lo son).
No, repito. No eras nada original: el chico, el maestro, la vocación, la mentira. 
Bastó que asistieras a alguna puesta o en el caso más simple, que leyeras el original.
El resto era muy simple. Ya tenías al personaje secundario, sólo faltaba conseguir al principal.
No había que improvisar los diálogos. Sólo magnificar las esperanzas de un corazón joven que se acercó a ti buscando protección, conocimiento y quizá un recodo de paz.
El resto ni te lo cuento. Es muy sencillo jugar con las esperanzas y que magníficos postres se pueden hacer con las ilusiones.
No, no eras nada original.
Ahora lo sé.
Repetiste a la letra el texto que representaste con mi vida. Y lo hiciste muy bien.
Si lo pusieras en escena te merecería un aplauso. Que buena representación, magnífica puesta. Qué salga el actor principal.


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