(pero tú no).
La frase constituye más que el título de una trillada canción de Joan Manuel Serrat.
El contenido esconde una gran verdad que trasciende a la letra misma de esta melodía.
En ocasiones me he preguntado qué es lo que realmente debe buscar uno en esa persona que denominamos "la elegida". ¿Es el azar el que determina ello? ¿Debemos ser precavidos y planificar y hacer una lista de cualidades como quien va de compras al supermercado y va revisando uno a uno: "medio kilo de carne, tres cuartos de limón..."
¿Qué factores interviene en una decisión que probablemente nos marque para todo la vida?
Vengo de una familia disfuncional de matrimonios frustrados, lo cual de por sí, me hace bastante reticente a la idea de un amor para toda la vida. Reticente pero no ajeno a la utopía por cierto. A fin de cuentas soñar no cuesta nada, engorda y no mata.
Una cosa es dudar sobre la existencia de Dios, otra diferente tener la certeza que ello efectivamente es así. Por si las dudas, de vez en cuando rezo. Por la misma razón de vez en cuando pienso "¿y si fuera verdad?".
Hace no menos de 15 días leí un interesante artículo escrito por un psicologo que citando a un economista decía algo así como que en el amor uno elige lo que conviene a sus necesidades. No hay una suerte de selección sujeta al azar sino es mas bien parte de un plan que debe ser preconcebido con mucho cuidado. Uno, decía, elige finalmente a la persona con quien va a convivir toda su vida. Pero no solo eso. Uno elige quién probablemente nos cuide y a quién uno proteja del mismo modo. Uno escoge no solo un compañero, sino un cómplice con quien compartir el ocaso de la vida.
No soy ingenuo, muchas veces he escrito que no puedo escribir de amor y es verdad. Tampoco lo pretendo hacer ahora. Simplemente intento reflexionar sobre los factores que rondan alrededor de la elección de alguien en particular. Cada quien sacará sus propias conclusiones según su experiencia, deseos y expectativas. Yo aun no tengo las mías.
Lo cierto es que uno elige una parte de su futuro. Uno elige más que un amante, un compañero con quien compartir. En alguna ocasión leí (o alguien me dijo, no recuerdo bien) que el elegido debe ser alguien con quien te guste departir, con quien nunca te canses de hablar. Al final el romance se apaga, el sexo pasa a una segundo (o tercer o cuarto plano) y solo quedan dos viejos con cara de pasa -probablemente sin dientes- hablando sobre la vida.
En más de una ocasión he intentado representarme en una situación similar. Debe ser la razón por la cual permanezco soltero. Determinar a quien entregar mi vida y a su vez elegir a la persona que debo cuidar no es trabajo fácil.
Hay muchas personas que me gustan. A algunas les gusto yo, a otras quizá no. A veces me gusta mirar fijamente a las personas e imaginarlas 40 o 50 años por delante y pensar ¿Sonreirás de la misma manera cuando ya no tenga cosas interesantes que decir, cuando probablemente todo lo que se me ocurra no sea sino una repetición de lo que te haya contado ya mas de cien veces? ¿Seguirás allí cuando te des cuenta de lo molesto que suelo ponerme cuando me enfermo, cuando te percates que eso que creías particular en mi se vuelve obsesivo con el transcurrir de los años? ¿Soportarás mi arrebatos, mis sueños locos, mis frustraciones, mis alegrías o mis penas? ¿Soportarás que me enferme, que me vuelva débil, quizá senil, que me convierta en un viejo decadente al que hay que cuidar como si se tratara de un niño? ¿Estarás allí cuando reclame a viva voz que tengo un tercer zapato e insista en ello, aún cuando me insistas que sólo poseo dos?
Conozco gente que nunca eligió. Que prefirió no aventarse al vacío. Sé de personas que hoy están solas y se ufanan y gritan al viento que ello ha sido su mejor elección.
Hay personas que jamás elegirán. Otras que jamás serán elegidas. Otras que elegirán y se arrepentirán de haberlo hecho el resto de su vida. Algunos elegirán al equivocado y se pasaran todo el resto de su vida pensando en el que debió haber sido y jamas fue. Finalmente, otros, quizá los menos, elegirán al compañero, al amigo. Como bien decía Aristóteles, el amor no es sino una suerte de amistad.
Decir me gusta mucho de alguien no es suficiente en estos días. En realidad no creo que lo haya sido nunca. Serrat decía "Me gusta todo de ti (pero tú no)". Esa frase encierra una gran verdad, guste o no. Nos es cuestión de gustos sino de algo más. Eso es lo que precisamente me aterra: el no llegar a descubrir que es eso más.
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