miércoles, 1 de diciembre de 2010

Despertar

Ayer se quebró finalmente como una bola de cristal.
Despertó de un sueño muy largo y se dio cuenta que durante el sueño soñó a su vez que dormía y soñaba la pesadilla de otro.
No hubo sobresaltos, ansiedad o tristeza. Solo un sentimiento de decepción clavado muy fijo en el pecho.
Se acomodó las gafas y observó la gigantesca mole de agua que bloqueaba su paso hacia el otro extremo.
Levantó los hombros, escondió las manos sudorosas en sus bolsillos. Dio un paso vacilante, luego dos, tres, cuatro.
Sus pies se mojaron al primer contacto con el agua. Sintió frío. Luego un ligero temor que recorrió su espalda.
Siguió caminando, casi sin respirar, hasta que terminó de cruzar el lago.
Ya en el otro extremo dio la vuelta. Miró con nostalgia la otra orilla. Recordó que también había soñado ese momento, en el que que esa orilla era parte de la pesadilla de otro.
Recordó también cuánto había amado esa orilla y se presentaba ahora vacía frente a sus ojos: una orilla desprovista de condición especial, carente de atributos que la particularizasen, una orilla mas.
Sintió pena por él, por la orilla que se quedaba sola al otro lado del lago, por la historia que dejaba partir finalmente.
De pronto se dio cuenta que no había historia realmente, apenas una orilla vacía, nada mas. Dio media vuelta y se marchó caminando, caminando.
No había sendero trazado, pero iba formando un nuevo camino al andar.

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