Boulevard of Broken Dreams.
Cuando lo leí no me impactó. Tampoco puedo decir que me provocó intentarlo. Cada quien que luche de la mejor manera con sus ángeles y demonios. Lo que si puedo decir es que sentí, repentinamente, un sentimiento de solidaridad que quizá pocos comprenderían. El mundo esta construido y pensado para un estándar de ser humano, los que no pertenecemos al mismo, somos excluidos de la manera menos compasiva posible. Y nuestra exclusión no admite ningún tipo de perdón o la esperanza de una futura redención. Por el contrario, dura una eternidad.
Hay muchas formas de ser diferente, pero hay una diferencia abismal en serlo y otra, reconocerlo o tolerarlo.
Dicen que Dios creo al hombre a su imagen y semejanza. Quizá desde el momento mismo de la creación está impregnada la idea de modelo, de calco. Adán no es por lo tanto una obra original, sino una copia mediocre de su predecesor.
He oído muchas veces que el hombre es un ser sociable por naturaleza. Pero conozco muchas personas que no son sociables (o no desean serlo todo el tiempo) y eso forma parte de su naturaleza intrínseca.
Recuerdo en alguna oportunidad haber escuchado a un familiar cercano referirse a la sociabilidad de un pequeño pariente mío como una virtud.
El que no foma parte de la manada es mirado con extrañeza, su conducta es no sólo reprobada sino castigada y motivo de escarnio. Y sobre todo de preocupación por parte de los padres, que miran con tristeza y preocupación como su vástago no se integra en la telaraña social. El excluido es escondido como si fuera una suerte de bicho raro, como si padeciera de algún tipo de anomalía monstruosa para la vista humana. O peor aún, es forzado a "cambiar" su condición natural y torturado con talleres de integración, de clown, de oratoria o de sendas terapias con el psicólogo y el psicoanalista.
La discriminación no es sino una expresión del soterrado temor de los llamados "normales" hacia todo aquello que les parece desconocido. Ininteligible. Hacia cualquier espejo que no devuelva el reflejo de su propia imagen.
Yo me corto, tú te cortas, nosotros nos cortamos. En realidad, yo no me corto, ni fumo. Tampoco bebo, ni me drogo. No soy ni emo, ni hikikomori. Hay tantas expresiones de la individualidad que no entendemos y sin embargo reprochamos. Se juzga al diferente como si fuera una suerte de elemento que corrompe al rebaño. En el pasado se quemaba en la hoguera a quien no llevaba su vida de acuerdo al modo en que se supone debía llevarse. Hoy los métodos son más refinados: ya nos los queman, simplemente los quieren cambiar.