¿Te he dicho que te he amado, recently?
No. Pensé que eran ese tipo de cosas que se asumían, que tú ya debías saberlo, que estaba sobreentendido, que bastaban las miradas, que hay cosas que no se dicen sino "se sienten".
Observo tus ojos inmensos espiándome detrás de tus pestañas hirsutas, encanecidas y me pregunto si me comprendes ahora, si logras encontrar el camino en la maraña de tus pensamientos para conseguir descifrar mis palabras. Me miras nuevamente. Me muevo a un lado y tu cabeza gira, suavemente, siguiendo cada uno de mis pasos.
"Ya regreso", te digo y me despido con un beso en la mejilla. Pestañeas.
¿Comprendes el significado del tiempo? ¿Eres consciente que no volveré sino al caer la noche, cuando quizá ya duermas?
¿Te he dicho que te he amado, lately?
Si, lo hice hoy antes de partir. Me observaste en silencio, desde tu cama (quizá en la misma posición en que te encontraré al regresar). Lo dije muy despacio, tratando que entiendas cada una de mis palabras: T-E A-M-O.
Volviste a pestañear. Me marcho con el corazón en la boca. Quiero pensar que fue una señal.
Aunque solo yo lo crea.
miércoles, 12 de diciembre de 2018
martes, 11 de diciembre de 2018
Para cuando despiertes (1)
Me gustaría decir tantas cosas cuando despiertes.
Decirte que he pensado mucho en ti en estos días, que he sentido temor (mas bien horror), que he llorado como un niño (hasta secarme), que he sentido ese vacío que se siente en el corazón cuando ya no tienes más lágrimas para botar, cuando tu pecho se vuelve como un tronco seco porque perdiste el corazón.
Me gustaría decirte tantas cosas en estos días.
Que he renunciado a ti ya varias veces y me he aferrado a la esperanza en igual proporción, que he creído en Dios y lo he blasfemado al mismo tiempo, que he sufrido pero también me he alegrado con cada resquicio de esperanza.
Me gustaría contarte muchas cosas, porque se que me escuchas... pero se que no debo. Dicen que debo ser fuerte, tratar de no asustarte, de no alterar aun más a esos demonios que te mantienen postrada, totalmente inmovilizada.
Me gustaría decirte todo esto, pero he decidido no hacerlo
Lo leerás cuando despiertes de ese largo viaje que has emprendido, te lo leeré en voz baja, me avergonzaré un poco y ocultaré mi cabeza en tu regazo.
Y seremos invencibles.
Decirte que he pensado mucho en ti en estos días, que he sentido temor (mas bien horror), que he llorado como un niño (hasta secarme), que he sentido ese vacío que se siente en el corazón cuando ya no tienes más lágrimas para botar, cuando tu pecho se vuelve como un tronco seco porque perdiste el corazón.
Me gustaría decirte tantas cosas en estos días.
Que he renunciado a ti ya varias veces y me he aferrado a la esperanza en igual proporción, que he creído en Dios y lo he blasfemado al mismo tiempo, que he sufrido pero también me he alegrado con cada resquicio de esperanza.
Me gustaría contarte muchas cosas, porque se que me escuchas... pero se que no debo. Dicen que debo ser fuerte, tratar de no asustarte, de no alterar aun más a esos demonios que te mantienen postrada, totalmente inmovilizada.
Me gustaría decirte todo esto, pero he decidido no hacerlo
Lo leerás cuando despiertes de ese largo viaje que has emprendido, te lo leeré en voz baja, me avergonzaré un poco y ocultaré mi cabeza en tu regazo.
Y seremos invencibles.
Ella se está durmiendo (1)
Ella se está durmiendo. Veo los cambios a diario, sucederse unos tras otros: la manera cómo sus movimientos se hacen más lentos, su apetito perdido, el cansancio repentino que la acomete a diversas horas del día, el miedo en sus ojos -de noche, antes de dormir- quizá por el hecho de no soñar, o peor, de no poder despertar.
Ella se está durmiendo. La realidad empieza a hacerse cada vez más ostensible, el monstruo empieza a adoptar una forma real, su reloj biológico ha empezado a contar hacia atrás.
En ocasiones le hablo, como lo hacíamos antes, de pronto volteo y me doy cuenta que hace mucho que no me oye, su mente navega quizá por lugares ignotos, quizá detenida en algún recodo de su niñez, en un instante de su vida donde pudo ser feliz. No me importa que no me oiga, ella sonríe por un instante y saberlo me hace también feliz.
Ella se está durmiendo, se los digo. Escuchen cómo se acompasa con el suave sonido de su ronquido. No la despierten. Ella es feliz en ese momento efímero, cuando pierde conciencia de lo real.
Descubro que la felicidad puede adoptar tantas formas y provenir del acto más mundano, como el placer, como los sueños, como un abrazo.
Ella se está durmiendo. La realidad empieza a hacerse cada vez más ostensible, el monstruo empieza a adoptar una forma real, su reloj biológico ha empezado a contar hacia atrás.
En ocasiones le hablo, como lo hacíamos antes, de pronto volteo y me doy cuenta que hace mucho que no me oye, su mente navega quizá por lugares ignotos, quizá detenida en algún recodo de su niñez, en un instante de su vida donde pudo ser feliz. No me importa que no me oiga, ella sonríe por un instante y saberlo me hace también feliz.
Ella se está durmiendo, se los digo. Escuchen cómo se acompasa con el suave sonido de su ronquido. No la despierten. Ella es feliz en ese momento efímero, cuando pierde conciencia de lo real.
Descubro que la felicidad puede adoptar tantas formas y provenir del acto más mundano, como el placer, como los sueños, como un abrazo.
miércoles, 28 de noviembre de 2018
Medias rotas
Te voy dejando de extrañar, y eso me
preocupa.
Porque te quedarás guardada
en una esquina de mi caja de zapatos,
junto con mis primeras
cartas de amor, con mis fotografías más íntimas y al lado de mis recuerdos más queridos... pero olvidados.
Serás como un viejo álbum de
fotografías, que hojearé de cuando en vez, cuando tomando café en algún lugar
con los amigos, rememore los tiempos idos.
Te colocaré en el rincón más
oscuro de mi cómoda,
en el último cajón de la
izquierda, donde guardo las ropas que nunca voy a utilizar,
pero que jamás serán
regaladas o donadas a un tercero.
Serás la ropa vieja oculta
en el fondo de mi cesta de prendas viejas: un par de viejas y raídas medias
rotas, que algún día quise zurcir, pero
que nunca llegaré a utilizar...
Alone
Nunca me he sentido solo, es extraño, pero de pronto he empezado a sentir esa sensación en el pecho, en los hombros, en el infinito, en el vacío.
Nunca he extrañado estar rodeado de gente, pero de pronto ha surgido en mi la necesidad de contacto, de una mano estrechando mi hombro, de una mirada, una palabra, una sonrisa.
Nunca he añorado la vida, pero de pronto me sorprendo pensado en cómo sería, si me animara, si te animaras, si nos animáramos...
a
v
i
v
i
r
l
a.
Nunca he extrañado estar rodeado de gente, pero de pronto ha surgido en mi la necesidad de contacto, de una mano estrechando mi hombro, de una mirada, una palabra, una sonrisa.
Nunca he añorado la vida, pero de pronto me sorprendo pensado en cómo sería, si me animara, si te animaras, si nos animáramos...
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a.
viernes, 16 de noviembre de 2018
Yes, I do really miss you
Me preguntaste la vez pasada si realmente extrañaba no estar contigo.
"No te extraño", te dije mirándote a los ojos.
Mentía, como no extrañar esas particularidades que componen cada resquicio de tu ser: la manera tan tuya en que inicias una carcajada (y cómo la terminas), tu combinación de olores y perfumes que nunca consigo distinguir, las imperfecciones de tu piel que me parecen perfectas, esa manera tan tuya que tienes para referirte a mi una vez que he conseguido desarmar tu caparazón, cuando te permites ser tú.
"No te extraño", te dije mirándote a los ojos.
Pero sabía que mentía. Incluso desde antes de terminar la frase empezaba a extrañar el no haber dicho precisamente lo contrario. Extraño oírte hablar de tus películas bobas, de tu amiga insulsa que se visualiza sensual, de tus aventuras con los zapatos y las carteras, de aquel libro que nunca leíste y aquel otro que jamás tendrá una oportunidad. Del cofre perdido que contiene el corazón de tu abuela, de las paletas que no compramos, de los lugares que jamás fuimos, del noviecito que conociste a los catorce y terminó contigo cuando cumpliste los dieciséis.
"No te extraño", te dije mirándote a los ojos.
Pero mentía. Quería decirlo en todos los idiomas, en inglés Yes, I do really miss you, en francés Oui, tu me manques vraiment, en alemán Ja, ich vermisse dich wirklich u holandés Ja, ik mis je echt. No obstante permanecí en silencio. Vi como te inclinabas hasta el suelo y recogías con parsimonia y delicadeza tu caparazón. Protegiste tu cuerpo desnudo con su antigua armadura.
"Hasta mañana entonces", respondiste. Y te marchaste emitiendo un bufido.
Esperé hasta que cerraste la puerta (con un golpe). Me ajusté el caparazón a la cintura, al pecho. Luego me dirigí en dirección a tomar el tranvía, silbando.
"No te extraño", te dije mirándote a los ojos.
Mentía, como no extrañar esas particularidades que componen cada resquicio de tu ser: la manera tan tuya en que inicias una carcajada (y cómo la terminas), tu combinación de olores y perfumes que nunca consigo distinguir, las imperfecciones de tu piel que me parecen perfectas, esa manera tan tuya que tienes para referirte a mi una vez que he conseguido desarmar tu caparazón, cuando te permites ser tú.
"No te extraño", te dije mirándote a los ojos.
Pero sabía que mentía. Incluso desde antes de terminar la frase empezaba a extrañar el no haber dicho precisamente lo contrario. Extraño oírte hablar de tus películas bobas, de tu amiga insulsa que se visualiza sensual, de tus aventuras con los zapatos y las carteras, de aquel libro que nunca leíste y aquel otro que jamás tendrá una oportunidad. Del cofre perdido que contiene el corazón de tu abuela, de las paletas que no compramos, de los lugares que jamás fuimos, del noviecito que conociste a los catorce y terminó contigo cuando cumpliste los dieciséis.
"No te extraño", te dije mirándote a los ojos.
Pero mentía. Quería decirlo en todos los idiomas, en inglés Yes, I do really miss you, en francés Oui, tu me manques vraiment, en alemán Ja, ich vermisse dich wirklich u holandés Ja, ik mis je echt. No obstante permanecí en silencio. Vi como te inclinabas hasta el suelo y recogías con parsimonia y delicadeza tu caparazón. Protegiste tu cuerpo desnudo con su antigua armadura.
"Hasta mañana entonces", respondiste. Y te marchaste emitiendo un bufido.
Esperé hasta que cerraste la puerta (con un golpe). Me ajusté el caparazón a la cintura, al pecho. Luego me dirigí en dirección a tomar el tranvía, silbando.
jueves, 15 de noviembre de 2018
Se prohíben las caricias y los besos
Aquél bien
podría haber sido el lema que acompañó mi niñez. Entre nosotros no estaban
permitidos las caricias ni los besos. Apenas el brusco apretón de manos con el
que nos despedíamos una vez finalizadas las reuniones familiares. Hasta el día
en que perdimos a la pequeña Raquel. Ni bien te divisé a lo lejos pude sentir
que algo había cambiado. Nada de tu antigua rudeza quedaba: tu mirada
humedecida, la boca torcida de una manera grotesca. Llegué hasta a ti a tiempo
para sostenerte entre mis brazos que de pronto se convirtieron en fuertes
tenazas. A tiempo para ocultar la explosión de tu llanto que se desparramó
entre mis hombros. Entonces comprendí que también tú habías muerto.
Odio
La verdad sea dicha: estoy harto de esta situación, harto
de buscar trabajo hace más de medio año y no poder conseguirlo. Harto de
mantener una deuda de casi cinco mil dólares con la universidad que no se de
qué manera voy a comenzar a pagar. Harto de no comenzar a dar frutos. De que en
mi casa me observen con una mirada de inversionista que se da cuenta que sus
acciones no valen nada…. Estoy harto de tocar puertas, que no se tomen siquiera
la molestia de sacarme a patadas o cerrármela en las narices sino que sean tan malditamente
amables, que me prodiguen esas sonrisas que odio y de la manera más educada del
mundo me digan sin necesidad de hacerlo “pues se va usted muy a la mierda”
También estoy cansado de otras cosas: de no poder ser tan
valiente de coger una pistola y pegarme un tiro, de estar incapacitado para
ello. De ser una especie de inválido mental para el suicidio. Odio también los cientos de libros que inútilmente
atesoro en mi habitación (la mitad de ellos
ni siquiera he leído) y que me rehúso
a vender para comprarme ese par de zapatos que debería remplazar a los que uso y
que se vuelven cada vez más incómodos. Odio cuando alguien me dice que tiene
menos de veinte, porque yo estoy en la puerta de cumplir los treinta y no tengo
nada de lo que supone tendría al cumplir esa edad: una casa frente al mar, un auto último modelo, una esposa de piernas
larguísimas y dos perros falderos que me ladren al llegar a casa. Odio las
reuniones familiares donde el clásico comentario de “muchacho como has crecido”
ha sido reemplazado de un tiempo a esta parte por “¿y estas trabajando en algo
ahora?”. Pero de todo y todos odio más a Gabriela, sus poses de pseudo
intelectual que nunca se enamora y que tira conmigo cuando le place. Odio cada
uno de sus gestos, odio que me sea tan necesaria cuando me deprimo y tan
obsoleta en mis momentos de felicidad. Odio no poder dormir sin antes escuchar
su voz que luego me deprime. La odio por insulsa, por tener las piernas muy
gordas, por sus pestañas larguísimas, pero sobre todo por su sonrisa. Por esa
sonrisa que adoro, la odio.
viernes, 9 de noviembre de 2018
Azul
“L’Art c’est l’azur”.Víctor Hugo.
como la luna, como el mar y como las aves.
Azul como el pensamiento, como la tristeza.
Soy azul. Como la
nostalgia, como la risa tenue
como una tarde de invierno
como el silencio y como las lágrimas.
Azul como la marea, como la
brisa al caer la noche.
Soy azul, como el amor –el verdadero-.
Como la soledad, como la compañía
como la vida y como la muerte.
Azul
como los sueños, como el placer, como un abrazo.
Soy el pensamiento oculto
la palabra mal dicha que se esconde
el grito callado que ansía ser libre
y que cae en el papel del olvido, rendido.
domingo, 28 de octubre de 2018
Misántropo
¿Quieres tú saber de mi vida?Yo sólo sé de mi paso,De mi peso,De mi tristeza y de mi zapato.Si quieres saber de mi vida,Vete a mirar al Mar.Martín Adán.
Tenías razón. La tuviste quizá desde el día que nos conocimos.
No comprendo lo convencionalismos, los ritos
los almuerzos grupales de los viernes por la tarde
-Tú, el, mi, me, contigo-
No logro descifrar el significado de las palabras sobre entendidas
de las invitaciones a amar, odiar o al sexo
Me es difícil entender el por qué algunas mujeres lloran
O dejan de llorar
O ríen
O aman
O dejan de amar
Jamás comprendí del todo la función los mensajes en doble sentido
La fórmula o engranaje que los hace funcionar
que genera que todos se reían mientra yo permanezco serio
No soy parte de un rebaño social
no pertenezco al grupo humano al que los demás pertenecen
al tejido del cual formas parte y llamas sociedad.
Y sin embargo eso no me hace diferente
Sin embargo soy tan igual
Si me cortas sangro, si me ocasionas dolor, sufro
Y sin embargo te ofrezco como regalo mi soledad
mis temores, mis fobias sociales, mi misantropía.
Te ofrezco asomarte a esa ventana a la que tantas veces me asomé
cuando pasaban las 5 de la mañana
y empezaba a oír cómo los primero pájaros comenzaban a cantar
y un nuevo día me sorprendía tirado en la cama
sin haber dormido.
martes, 23 de octubre de 2018
Por favor tenme miedo
Por favor tenme miedotiembla mucho de miedo, mujerporque no puede ser.Fernando Delgadillo
- ¿Acaso tienes miedo?, preguntaste con una sonrisa en el rostro, mientras entrecerrabas los ojos hasta ponerlos chinos.
- Yo no tengo miedo a nada, contesté. Pero tú no me oías.
Llevábamos horas oyendo canciones en el auto de tu abuelo. Afuera llovía. Era la única manera que teníamos de estar juntos. En medio de fierros enmohecidos y asientos de cuero delirantes solíamos ocultarnos de la vista de los demás. Del rumoreo. De la cuchipanda. De las miradas desaprobadoras o los comentarios a media voz.
- Me tengo que ir, te dije de pronto. Mañana debo empezar el trabajo, muy temprano.
Pero tú me oías. Tu mente se perdía entre los últimos acordes de una melodía y el inicio de la siguiente. Deslizaste el peso de tu cuerpo contra el mío. Sentí temor por primera vez. Entonces supe que había parado de llover
.
domingo, 14 de octubre de 2018
No puedo enamorarme de ti
Podría engañarte, si se me diera a mentir
el caso es que no puedo enamorarme de ti.
Sabina
- Me encantas, dijiste mientras observabas mi desconcierto con expresión pícara.
No supe que responder de inmediato y ensayé un torpe "Tú también a mi". Pero ya era tarde.
Era como el inicio de una jugada de ajedrez sin la estrategia anticipada.
Me quedé un momento largo, embutido en mis pensamientos, hasta que me preguntaste si me ocurría algo. No supe contestar.
Tú ya habías efectuado tu jugada y ahora era mi turno otra vez
- ¿Andas siempre tan pensativo? Vamos a apostar algo, exclamaste de pronto. Si te gano esta partida, me tendrás que decir qué te ocurre.
No tuve tiempo de decir que sí y tú ya estabas jugando una vez más. Me tocaba jugar y no sabía que pieza debía mover: en todas las posibilidades que anticipé, el resultado final siempre me era adverso. En ninguna ganaba. Realicé un amago de escaramuza intentando atrapar a su reina. Pero no funcionó. El precio fue el sacrificar un caballo, un alfil y luego dos torres.
Tú y yo éramos tan diferentes, pero había algo que escondía tu mirada, cuando te quedabas seria después de reír, que deseaba descubrir.
Apenas pocas jugadas después, mi rey caía apabullado con el jaque mate perfecto de tu encanto.
- Te he ganado, me dijiste riendo con tus dientes pequeños. Ahora sí debes cumplir con tu promesa y contarme qué te pasa.
Traté de ensayar una excusa, para decir algo sin tener que decirlo.
- No se vale mentir eh, me advertiste.
Mire tus ojos claros, pequeños, zozobrando en el reflejo de los míos, negros, inmensos.
Tenía tantas cosas amontonadas en la cabeza en aquel momento. Traté de agruparlas todas en una sola idea, en una sola frase que explicara todas las conexiones, las múltiples posibilidades del espacio, tiempo y personas interactuando entre estas.
- Es como esa canción de Sabina, dije.
martes, 21 de agosto de 2018
Tatuajes
Recuerdo el primer tatuaje que te vi
me sorprendiste una tarde
casi saliendo de la universidad
con la noticia.
Me parecía irreal
con tus diecisiete años a cuestasun padre represor
y tu colegio de monjas canonesas.
Era casi estremecedor cómo
apenas en unos simples trazos
un tatuaje
pudiera contar tu historia, mi historia, nuestra historia.
Con el tiempo me enteré que tu cuerpo se fue llenando de tatuajes adicionalesque poblaron alegremente los resquicios inexplorados de tu silueta
Supongo que cada uno de ellos cuenta una historia posterior
de la que ya no fui parte.
A veces rememoro con añoranza y curiosidad antiguas fotos
¿Qué explicación brindarás sobre aquel tatuaje?
En ocasiones los secretos mas tomentosos no son los que se ocultan en el corazón
sino los que escupen su contenido sobre a cualquier espectador dispuesto a abrazarlos.
lunes, 23 de julio de 2018
No comprendo las palabras difíciles
"No comprendo las palabras difíciles", me dijiste un día
mientras el viento desordenaba tu cabello.
Intenté hablarte del tiempo
De cómo no éramos los mismos
De la inutilidad de los títulos, las categorías
De los pronombres personales, el mío, tuyo, el nosotros
"No comprendo las palabras difíciles", repetiste.
Me enredé en los contornos de tus piernas largas
Hice un cucurucho entre un extremo de tu cabello y mi dedo
Me sonreíste con tus dientes blanquísimos
Luego te escapaste corriendo.
Somos muñequitos de trapo
con los que los ángeles pequeños
se entretienen, en el cielo,
en las tardes de lluvia.
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