La verdad sea dicha: estoy harto de esta situación, harto
de buscar trabajo hace más de medio año y no poder conseguirlo. Harto de
mantener una deuda de casi cinco mil dólares con la universidad que no se de
qué manera voy a comenzar a pagar. Harto de no comenzar a dar frutos. De que en
mi casa me observen con una mirada de inversionista que se da cuenta que sus
acciones no valen nada…. Estoy harto de tocar puertas, que no se tomen siquiera
la molestia de sacarme a patadas o cerrármela en las narices sino que sean tan malditamente
amables, que me prodiguen esas sonrisas que odio y de la manera más educada del
mundo me digan sin necesidad de hacerlo “pues se va usted muy a la mierda”
También estoy cansado de otras cosas: de no poder ser tan
valiente de coger una pistola y pegarme un tiro, de estar incapacitado para
ello. De ser una especie de inválido mental para el suicidio. Odio también los cientos de libros que inútilmente
atesoro en mi habitación (la mitad de ellos
ni siquiera he leído) y que me rehúso
a vender para comprarme ese par de zapatos que debería remplazar a los que uso y
que se vuelven cada vez más incómodos. Odio cuando alguien me dice que tiene
menos de veinte, porque yo estoy en la puerta de cumplir los treinta y no tengo
nada de lo que supone tendría al cumplir esa edad: una casa frente al mar, un auto último modelo, una esposa de piernas
larguísimas y dos perros falderos que me ladren al llegar a casa. Odio las
reuniones familiares donde el clásico comentario de “muchacho como has crecido”
ha sido reemplazado de un tiempo a esta parte por “¿y estas trabajando en algo
ahora?”. Pero de todo y todos odio más a Gabriela, sus poses de pseudo
intelectual que nunca se enamora y que tira conmigo cuando le place. Odio cada
uno de sus gestos, odio que me sea tan necesaria cuando me deprimo y tan
obsoleta en mis momentos de felicidad. Odio no poder dormir sin antes escuchar
su voz que luego me deprime. La odio por insulsa, por tener las piernas muy
gordas, por sus pestañas larguísimas, pero sobre todo por su sonrisa. Por esa
sonrisa que adoro, la odio.
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