martes, 18 de febrero de 2014
lunes, 10 de febrero de 2014
Felicidad
Odio las escenas impostadas, las fotografías de estudio profesional que se toman las parejas, con juguetitos, proyector de luz artificial, alfombras, verde césped, pies descalzos, jueguetes de madera, retrato familiar.
Odio las fotografías de las embarazadas, de las madres primerizas, de la barriga turgente, de la teta seminal, de los vástagos recién nacidos, de su primer pañal, de popó del día previo, de los padres cortando el cordón umbilical.
Odio las fotografías perfectas que se derrumban un segundo después de disparado el reflector del flash, cuando todo vuelve a la normalidad, cuando la familia entera se desprovee del maquillaje, cuando uno a uno se quitan el antifaz, cuando resurgen las miradas de odio, cuando todo vuelve a la normalidad.
Cuando ella regresa a la cocina y se encierra entre sus trastos y sus libros de mujer profesional-liberada-atrapada-en-matrimonio-asfixiante-y-asexual. Cuando él coge el teléfono para enviar un mensaje de texto a su amante, que ya terminó la sesión, que te extraño a morir, que esta noche no, que quizá mañana, que no insistas, que deja de llamar y cortar por las noches, que pasado, ¿te tengo ganas, sabes?, no, hoy no, mañana, tal vez mañana.
Cuando ella regresa a la cocina y se encierra entre sus trastos y sus libros de mujer profesional-liberada-atrapada-en-matrimonio-asfixiante-y-asexual. Cuando él coge el teléfono para enviar un mensaje de texto a su amante, que ya terminó la sesión, que te extraño a morir, que esta noche no, que quizá mañana, que no insistas, que deja de llamar y cortar por las noches, que pasado, ¿te tengo ganas, sabes?, no, hoy no, mañana, tal vez mañana.
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