Debí descubrirlo en tu sonrisa triste, en el brillo anodino de tu mirada, a partir del temblor de tus manos o el sudor frío de tu corazón, previo al vacío.
- "Necesito saber de ti", dijiste.
¿Cuánto tiempo había transcurrido desde la última vez que nos vimos? ¿Días? ¿Meses? ¿Años?
Contesté lentamente. Mis dedos parecían una docena de torpes arañas bailoteando, temerosas, sobre las letras del teclado del ordenador.
Pulsé: enviar. "Su mensaje ha sido enviado".
Mañana despertarás. Revisarás tu buzón y encontrarás mi mensaje. Sabrás que hay situaciones que escapan de la necesidad, el espacio y el tiempo. Que hay mensajes que jamás llegan a su destinatarios y destinatarios que jamás encuentran sus mensajes.