"No comprendo las palabras difíciles", me dijiste un día
mientras el viento desordenaba tu cabello.
Intenté hablarte del tiempo
De cómo no éramos los mismos
De la inutilidad de los títulos, las categorías
De los pronombres personales, el mío, tuyo, el nosotros
"No comprendo las palabras difíciles", repetiste.
Me enredé en los contornos de tus piernas largas
Hice un cucurucho entre un extremo de tu cabello y mi dedo
Me sonreíste con tus dientes blanquísimos
Luego te escapaste corriendo.
Somos muñequitos de trapo
con los que los ángeles pequeños
se entretienen, en el cielo,
en las tardes de lluvia.