jueves, 14 de mayo de 2015

"Entre más largo sea tu silencio, más profundo será tu grito..."

Ahora lo sabía. Quizá siempre lo había sabido, sin atreverse siquiera a pensar.
Esas largas noches, esos cortos días. Las pastillas interminables aferrándose al fondo del frasco: azules, blancas, redondas, grandes, amarillas.
Ahora lo sabía. No era que amara la soledad. Ni la noche. Ni el silencio.
                         ("Te lo dije, honey, adoro cuando el sol se ha ido ya").
Era apenas una manera de poner un alto a ello, de sentirse más real. De hacer mas plausible su humanidad: estar despierto mientras todos duermen, cerrar los ojos cuando a los demás les toca despertar.
El silencio se siente menos opresivo cuando la luz ha huido, cuando las calles oscuras vomitan su soledad.