domingo, 7 de octubre de 2012

No es más que un hasta luego

No te digo adiós
apenas un hasta pronto
Oso Hormiguero.
No te vimos partir
no te has ido
no te irás
nosotros nos quedamos
tú también.

Who knows

¿De qué se rien esos ojos negros que asoman a través de mi almohada en mis sueños?
De mi. Probable e infinitamente de mi.
Who knows.

sábado, 6 de octubre de 2012

Diario de Raquel (2)


Ella era extraña
me escribía unos poemas que,
mas bien, eran teoremas
que rompían los esquemas
de cualquier verso de amor
Fernando Ubiergo

Cuando pienso en ti, recuerdo tus piernas largas, tus dedos rosados, tu palma extendida, pequeña, pequeña, con la que te aferrabas a mi espalda aquellas tardes espasmódicas en las que teníamos sexo detrás del jardín de tu abuelo. Cuando pienso en ti, se me viene a la mente tu risa explosiva, que asustaba a las ardillas y los pájaros en medio del campo, la cicatriz que cruzaba tu frente, el recuerdo de una mañana de alcohol y de drogas. Cuando pienso en ti, recuerdo tus besos obcenos, con los que pretendiste impresionarme y que algún tiempo después fueron reemplazados por los míos, aburridos y castos. Cuando pienso en ti, recuerdo tu poesía, con sus pretensiones de modernidad, el recuerdo impoluto de tus años virginales, aquel extraño diario que una vez leí en un descuido tuyo, donde escribías sobre tu primer amor, aquel muchacho que te abandonó a los 15 y que luego te embarazó tempranamente a los 16. Cuando pienso en ti, pienso en el hijo que siempre deseaste tener, en cómo sería su mirada, si tal vez su risa se parecería a la tuya. O la mía. Cuando pienso en ti recuerdo lo absurdo de tu nombre, tu fervorosa creencia en la reencarnación, tu esperanza. Cuando pienso en ti, recuerdo tus últimas palabras, los gotones de lágrimas que caían de tus ojos bellos, la sonrisa triste con la que te despediste, tu manito pequeña diciéndome adiós sobre el puente.

viernes, 5 de octubre de 2012

Diario de Raquel (1)


Siento que vienen, tus pies chiquititos
cariño bonito, por dónde andarás.

Pretender mantener un poco de cordura me esta llevando a la sin razón y el olvido. Estoy exhausta de buscar fantasmas bajo las faldas de mi cama, en el ropero, en los cajones de mis pulmones, pero por sobre todo en mi corazón. Llevo muchos años sin contacto físico. He perdido la cuenta de los días en que me acuesto a su lado y me duermo al compás de su respiración agitada. Buenos días amor, es lo último que oigo y lo primero en la mañana, cuando despierta. He aprendido a aceptar sus explicaciones sobre nuestra relación y comprender que hay más de una manera de trascender a lo físico. Es gracioso. Lo mismo decía Eisntein en relación al espacio y el tiempo. No le creían, el tiempo le dio la razón. Mis relaciones anteriores se caracterizaron por ser del todo opuestas, es decir mantener una alta dosis de sensualidad. No obstante he aprendido a decirme (¿convencerme?) que esos días quedaron atrás. Que he cambiado. A veces me encierro en el baño y me toco el sexo con prisa, con la luz apagada, mientras ruido del grifo llena de agua la bañera. Un instante liberador que de inmediato me lleva a una nueva forma de olvido. Y de culpa. Luego, buenos días amor, otra vez: la nostalgia. Soy una viuda feliz, que le da un beso en la boca al cadáver que ha de ser enterrado. Me he acostumbrado también a sus mutismos, a sus claros y oscuros, a su forma lacónica de expresarme cariño, a adivinar su estado de ánimo según el movimiento de sus cejas. He aprendido a odiar los domingos, pero en contrapartida  a amar sus madrugadas interminables, como si su mero sonambulismo pudiera retrasar el inicio del siguiente día. He tenido que lidiar con su gata, con la que cada noche peleo por su atención, por una caricia, por un espacio privilegiado en la cama. He disculpado sus olvidos garrafales (mi cumpleaños, nuestro aniversario), sus manías absurdas que me llevan al límite. Hoy por ejemplo me llamó por teléfono al trabajo y me dijo que había adquirido unas entradas para el teatro. Detesto esas obras filosóficas en las que debo mantenerme atenta como si su contenido me interesara, procurando no quedando dormida. Detesto aún más, tener que comentar su contenido durante el tiempo que hacemos del teatro a la casa, intentando parecerle interesada, como una aplicada estudiante reflexiva. Si la noche es propicia quizá un caricia, si llega a más, tal vez un beso. Luego, buenos días amor otra vez y otra vez mi delirio que sigue girando.

miércoles, 3 de octubre de 2012

...

No pidas más de lo que estás dispuesto a dar
procura, en cambio, dar en exceso incluso aquello que no te pidieron.
No hay espacio para la reciprocidad y el cálculo en cuestiones ajenas a la razón.

Máscaras de la nada

 
Llegué a la conclusión de que debía convertirme en máscara hace algún tiempo. Tiré por la borda la idea de un futuro prometedor, dejé arder en el fuego cada una de sus cartas, garabateé con un plumón oscuro sus dedicatorias escritas con una letra corrida y torpe.
Había que separar la paja del heno y me impuse la tarea de ser el censor de la memoria. Jamás hubo un estudiante más aplicado en las ciencias de la autosugestión y el olvido. Decenas de libros sucumbieron bajo el influjo de mi nueva devoción. Ningún texto me produjo antes algún tiempo de compasión o sentimiento. Fue una tarea casi impecable. Lo había comprado al poco tiempo que te escuché hablar de él. La fascinación que le tenías despertó en mi una natural curiosidad que con el tiempo se fue convirtiendo en recelo. Jamás le di la oportunidad. Me bastaba saber que lo amabas para odiarlo. Me impuse la tarea de castigarlo a través de mi indiferencia. Mi biblioteca haría la suerte de eterna prisión para el volumen que adquirí. Con el tiempo me olvidé de ti y tú de mi. Era lo esperable. Vivía con mi máscara durante el día y apenas me la sacaba para dormir, en la noche. Supongo que te aburriste, supongo que olvidé que la llevaba puesta. Había semanas enteras en que olvidaba que la traía en el rostro hasta que algún evento me llevaba de vuelta a la realidad. Hasta el día de ayer en que me dieron la noticia de manera casi brutal, casi cómica. "Ella se casó", me dijo. Lo ignoraba por completo, te había perdido el rastro hace mucho tiempo. Hacía mucho que me había obligado a ser lo que todos esperaban de mi. Pensé que tú andarías en algún lugar haciendo algo similar. Era a lo sumo, una cuestión de tiempo. De pronto sentí que perdía el aliento. Tenía una extraña sensación que se agolpaba en el pecho y pugnaba por escapar a través de mi boca, mi nariz, mis ojos. Estuve mucho tiempo procurando calmarme, pero era imposible. Pasó mucho antes de que supiera lo debía hacer, hasta que llegara a la biblioteca, cogiera ese volumen, me arrancara la máscara de un tirón y empezara a leer.